martes, 29 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #009 - Lost in her eyes


Kevin guardó la carta en el sobre, y el sobre en la caja. Una vez que la cerró, vio a Helen, observándolo, apoyada en una pared, aprovechando la sombra que arrojaba un alero de la nave abandonada. Sonreía ligeramente, como con una picarona curiosidad, casi como si pudiera leerle la mente, y le pareciera tremendamente divertido. Kevin dejó la caja sobre el coche, y se acercó a ella.
-Aún tengo que darte las gracias. Si no fuese por tí, no habría podido conseguirlo.
Helen sonrió un poco más, y siguió observándolo, divertida.
>>De hecho, creo que te mereces un agradecimiento en toda regla.
Kevin la tomó entre sus brazos, y ambos se besaron apasionadamente. Al mismo ritmo que perdió la cuenta de los besos y caricias que siguieron, perdió la cuenta del tiempo que pasaba. Así que, cuanto todo terminó, se encontró a sí mismo abrazado a ella, sentados a la sombra del edificio, que se había alargado ya varios metros, y comenzaba a fundirse con los claroscuros de los últimos momentos del día.
Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada. Kevin pensaba en qué clase de fuerza hacía que se sintiera atraído, y a la vez manejado como una marioneta por aquella mujer. Helen, por su parte, pensaba en que pronto tendrían que separarse, y que probablemente nunca volvería a verlo. Y odiaba eso. Sin embargo, algo más fuerte que ella la impulsó a hablar.
-Entonces, no me vas a decir lo que hay en la caja, ¿verdad?
Sólo en ese momento, Kevin pensó en lo solo que estaba ante la tarea que se le presentaba ante él. Una pesada carga, que podía compartir. Que quería compartir. Sin embargo, no sabía si Helen sería la persona más adecuada. Al fin y al cabo, no pertenecía a la Corporación. Pero una voz interior contradijo su propio argumento: eso la hacía la candidata perfecta. Sin lazos que la ataran, podía desligarse de él, y desaparecer, si las cosas se ponían complicadas. Y mientras tanto, su apoyo podía ser muy valioso.
-Helen, puedo decirte lo que hay en la caja, pero tendrás que prometerme algo. Necesito saber si puedo confiar en tí. No sólo porque el contenido tenga cierto carácter personal, sino porque no quiero ponerte en peligro.
Ella asintió con severidad. Lo miró directamente, y dijo:
-Puedes confiar en mí.
Kevin sostuvo su mirada. Y se perdió en ella. Cuando volvió, le enseñó la carta.

viernes, 25 de septiembre de 2009

E-ternidad


Un artículo que leí hoy en http://www.alt1040.com/ me ha llevado a plantearme algunas preguntas. Según este artículo, que hace referencia a otro publicado en la revista The Sun, por Ray Kurzweil, en 20 años los humanos podríamos ser, gracias a la cibernética y la nanotecnología, inmortales (clínicamente hablando, claro). Es decir, que tendríamos una vida que se podría prolongar indefinidamente, gracias a la sustitución de órganos por componentes cibernéticos mucho más eficientes, y lo que es más importante, reemplazables.
Esto plantea toda clase de incógnitas. En primer lugar, no creo que esta tecnología vaya a estar disponible de forma gratuita para todo el mundo, con lo cual, la primera pregunta es ¿creará esta tecnología una nueva división de clases, entre una elite cyborg y los humanos "analógicos", que no pueden costearse las modificaciones?¿O lo costeará la Seguridad Social?
Por otro lado, está el crecimiento de la población. Estamos en un mundo crecientemente superpoblado, lo cual significa que cualquier avance que conduzca hacia la inmortalidad clínica provocará un mayor desequilibrio demográfico. Y no sólo eso, también perjudicará a la economía, ya que los capitales no pasarán de padres a hijos, si los padres se convierten en cyborgs con capacidad para vivir eternamente. Los hijos de los cyborgs tendrán mayores dificultades para independizarse, lo cual supongo que a la larga aliviará algo la carga demográfica, ya que habrá menos familias, y menos nacimientos. Pero también plantea otra incógnita: ¿los cyborg se jubilarán a los 65 años, o trabajarán eternamente, dado su rendimiento superior?
Es cierto que, gracias a la longevidad de los cyborgs, la exploración del espacio será mucho más sencilla. Astronautas cyborg podrán viajar durante siglos en busca de nuevos mundos habitables. Lo difícil será transportar a los humanos "analógicos" a ellos. Ahora que se ha descubierto agua en Marte y en la Luna, se abren las puertas para la colonización de esos mundos, pero no será nada fácil, en cualquier caso.
A medida que la frontera entre hombre y máquina se estreche, surgirán nuevos problemas, como la definición de la vida, o virus informáticos que se contagian a humanos, causando epidemias electrónicas. Quizá (mejo dicho, con toda probabilidad) aparezcan grupos "naturalistas" que defiendan la santidad del cuerpo humano, y recurran a tácticas terroristas para sabotear los avances en cibernética. Cuando la tecnología cibernética llegue al mundo criminal (y algún día lo hará), aparecerán nuevas formas de crimen: cerebros pirateados, tráficos de órganos cibernéticos, clínicas de implantes ilegales... que la las fuerzas del orden tendrán que combatir también con nuevas armas y tácticas.
Hablando de religión, éstas tendrán mucho que decir. La mayor parte de las religiones dan una respuesta a lo que hay más allá de la muerte, con una promesa de redención para aquellos que han sido buenos creyentes en esta vida. Pero, ¿qué pasa con los que renuncian a esa promesa?¿Puede una familia disponer de la vida de una persona, si hay un tratamiento cibernético que puede salvarla? El derecho a morir será uno de los grandes dilemas éticos de la sociedad cibernética.
En definitiva, es una espiral que conduce a un mundo incierto, no necesariamente tan brillante y magnífico como el Sr. Kurzweil nos lo pinta. La pregunta fundamental que debemos plantearnos es: ¿de veras queremos ser inmortales? Tal como dijo Víctor Hugo (y ya he mencionado esta frase antes) "Atreverse es progresar". Por difícil que parezca el reto, ¿merece la pena intentarlo? Yo creo que sí.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #008 - Ecos del pasado



"Querido Kevin:

Si estás leyendo esta carta, es que estoy muerto. Supongo que habrá sido muy duro para tu madre, al igual que para todos en la familia. Sin embargo, era algo que tenía que hacer. Si no hacía este viaje, ellos vendrían a buscarme, y entonces todos estaríais en peligro.


Sin embargo, no puedo dejar de pensar que mi misión sólo ha quedado cumplida a medias. Por eso, he decidido legarte los documentos en que se basaba la investigación que me ha llevado buena parte de mi vida, hasta que el Consejo de la Corporación decidió que debía "retirarme". Ciertamente, necesitaba este descanso, dedicarme a mi familia en los últimos años de mi vida. Sin embargo, y esta es mi primera enseñanza para tí, un agente nunca se retira del todo.


Seguramente, a estas alturas, ya comprenderás que yo también fui, como tú, un agente. La Corporación tiene un origen mucho más antiguo de lo que puedes suponer, y se remonta más allá de la existencia de sistemas contables precisos. Tal vez siempre ha estado ahí, manipulando los eventos para reunir una fortuna infinita. No obstante, me inclino por pensar lo contrario. ¿Cuál es su propósito? Aparentemente, amasar dinero. Si se escarba un poco en profundidad, observará que la Corporación ha puesto y quitado gobernantes, gastado y perdido fortunas enteras, pero sólo cuando se aproximaban pingües beneficios. Algunas familias parecen haber sustentado el control de la Corporación durante generaciones, constando algunos cambios sutiles de poder, con el tiempo. No parece haber una nacionalidad predominante, aunque casi todas las familias son europeas. Parece que tienen predilección por la tecnología "desechada", por proyectos que han caído en el olvido, o han sido cancelados por ser excesivamente caros. Lo cual me conduce al propósito principal de esta carta. Tu tarea, Kevin, es averiguar qué pretenden descubrir y crear con esa tecnología. En tus manos dejo la decisión sobre si impedir o no que desarrollen lo que pretenden, pero si lo haces, te pido una sola cosa: ten cuidado.
Tu querido abuelo,
Gregor."

martes, 22 de septiembre de 2009

Tiempo perdido



"Ticking away the moments that make up a dull day
You fritter and waste the hours in an off hand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way"
Pink Floyd, "Time", del álbum "The Dark Side of the Moon".


Ojalá pudiéramos controlar el tiempo. Ojalá el tiempo fuera una mercancía que pudiéramos comprar en los supermercados. Sería estupendo que, estas horas que ahora paso, sin nada relevante que hacer, pudiera empaquetarlas en una caja, y venderlas, o cambiarlas a alguien, por unas horas más tarde, en otro momento. Se me ocurre a quién me gustaría regalar unas horas, hoy.

Sé que existen los bancos del tiempo, pero no son útiles para lo que yo busco en este momento. Estos organismos permiten cambiar servicios por tiempo. Pero yo querría cambiar tiempo por tiempo. Sería como dormirte, y despertar varias horas más tarde, habiendo transcurrido el tiempo innecesario, pero ganando luego ese tiempo intercambiado, de forma que, durante varias horas, el tiempo no pasase para tí, ni para las personas con las eligieras compartir ese tiempo.


De esta forma, podríamos llegar a hacer todo lo que quisiéramos. Podríamos vender las horas muertas, y usarlas después para aquello que nunca tenemos tiempo suficiente. Una pena vivir en un Universo newtoniano, donde el tiempo transcurre (casi) inalterable en nuestro pozo magnético. En momentos como este, uno se siente encadenado por la tiranía de un impersonal Cronos, que mide con exactitud minutos y segundos, en un reloj de arena, que cae entre nuestras manos, sin que podamos contenerla.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #007 - Contrarreloj


El tempo era fundamental para que la operación saliese bien. Tenían sólo dos minutos antes de que el sistema de seguridad reconociese como falsas sus identidades. Por eso que cuando entraron en la oficina, se dirigieron sin dudas hacia el ascensor, pulsaron el botón del quinto piso, se dirigieron como dos autómatas izquierda, izquierda, derecha, izquierda, al fondo del pasillo, derecha, puerta del fondo. En esa puerta de seguridad, Kevin aplicó un micropulso electromagnético para hacer que la corriente eléctrica se fuese durante exactamente 17 segundos, que es el tiempo que tuvieron para entrar en la sala, buscar la caja, volar la tapa de seguridad con explosivo plástico, sacarla del cajón, meterla en un maletín diseñado para confundir a los escáneres de rayos X que había en el control de entrada/salida, y salir de la sala.

Cuando estuvieron fuera, Kevin miró su reloj. 18 segundos. "Maldición, maldición, maldición". Tendrían que pasar al plan de huida. Se dirigieron a la escalera de incendios más cercana. Helen sacó un mechero, y un papel. Le prendió fuego, y lo tiró en la primera papelera que encontró., junto con el explosivo plástico sobrante. Kevin pulsó el primer interruptor de incendios a la vista. 30 segundos más tarde, se encontraban en el garaje del banco, mientras encima suya se desataba el infierno.

Helen se dirigió hacia un lujoso deportivo, y sacó una llave de coche, y la pulsó. El coche se abrió.
-¿Es tuyo ese coche? -peguntó Kevin.
-Ahora sí -contestó ella.
-¿Y como diablos...?
-¿Se ha abierto? Kevin, soy una profesional. Estas llaves mágicas son difíciles de conseguir, pero no sabes lo estúpido que puede llegar a ser el encargado de un concesionario con ganas de echar una cana al aire.

Helen puso la llave en el contacto, y el motor rugió. Pisando fuerte se dirigieron a la barrera de salida, que empezaba a cerrarse, mientras el guardia de seguridad les gritaba algo en español. Mientras rompía la barrera, Helen gritó con júbilo.
-Ahora empieza lo divertido -dijo, mientras aceleraba al salir del garaje, y se dirigía hacia las afueras de la ciudad.

Los coches de policía no tardaron en seguirlos, para inquietud de Kevin.
-¿Y ahora qué? -dijo Kevin, alzando la voz, por el crepitante rugido del deportivo.
-Tienes una subametralladora en la guantera.
-¿Estás de broma, verdad? ¿No podemos despistarlos de alguna forma?
-Buena idea.

Helen dio un volantazo, en la siguiente salida. Kevin reconoció cuál era. Era la misma que él había tomado para atravesar el desierto. "Otra vez no". Sorprendentemente para él, los coches de policía se alejaron, y quedaron atrás, abandonando la persecución.
-¿Porqué no nos siguen? -inquirió Kevin.
-Porque están llamando a la Policía Fronteriza de los EE.UU. Pero nosotros tenemos también nuestros recursos. Tu teléfono móvil tiene GPS, ¿verdad?
-Sí, ¿por qué?
-Es un buen momento para encenderlo. Llama a tu supervisor. Es hora de que nos saquen de aquí.

Mr. Gray no parecía muy satisfecho con la petición de ayuda de Kevin, pero les prometió que un helicóptero iría a recogerlos, en un punto que marcó en el sistema de GPS del móvil de Kevin. Se trataba de una vieja nave abandonada. Cuando llegaron allí, se tomaron un breve descanso.

-Ha sido divertido, ¿verdad? -dijo Helen sonriendo, mientras lo miraba a los ojos.
-Aún hay algo que quiero hacer antes de irnos. Quiero ver lo que hay en la caja.

Helen se encogió de hombros. "Te dejo a solas con tus recuerdos", dijo mientras se alejaba.

Kevin cogió la caja. Tenía un código de seguridad, pero él ya sabía cuál era. Introdujo los seis números, y la cerrudura hizo "clac", anunciando su apertura. Dentro había fotografías, planos, carretes de fotos en cajitas de plástico, cajas con diapositivas... Y un sobre, con su nombre. Lo abrió. Había una carta. Cuando leyó lo que decía, no pudo contener su sorpresa.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #006 - La cárcel de los secretos




-Entonces, sólo tenemos que ir allí, reclamar la caja, y marcharnos, ¿no? Tampoco es para tanto.
Helen rió con ironía.
-¿Tú estás tonto, chaval? No contratarían a alguien como yo, para algo tan trivial. Ese lugar no es una simple sucursal bancaria. Eso es sólo una tapadera. En realidad, el lugar es una prisión.
Kevin la miró, confundido. Ella se aproximó, hasta que su aliento con olor a alcohol penetró por sus fosas nasales, y dijo, con apenas un susurro:
-Es una cárcel para los secretos. Un lugar, en el aquello que es guardado, jamás sale.
Tras eso, se llevó un dedo a los labios, mirando a Kevin intensamente, mientras esbozaba una leve sonrisa. Tras eso, cogió sus cosas, y le tomó la mano. Kevin, un tanto sorprendido, le siguió la corriente. Algunos paisanos, le sonrieron al verlos, y unos cuantos se quitaron cortésmente el sombrero al ver pasar a Helen entre ellos. No fueron tan corteses mientras se marchaba agitando sus caderas a paso vivo. Una vez que estuvieron fuera, el viento les azotó en la cara. El clima era un poco más fresco, pero seguía haciendo calor, a pesar de que la noche había invadido el cielo, como una cortina de estrellas que se hubiera desenrollado de pronto. Kevin miró a Helen, y le pregunto:
-¿Y cómo se supone que vamos a sacar la caja que dejó allí mi abuelo?
-Bueno, no será sencillo. Ven.
Se dirigieron a un motel. Una vez tomaron una habitación para ambos (Kevin se sintió un tanto incómodo, ante la mirada cómplice de la mujer que les atendió), Helen se sentó en la cama, y sacó un cuaderno de notas de una mochila, en el cual había diversos bocetos y anotaciones.
-Éste es mi plan...

Las siguientes horas pasaron de forma fugaz. Terminó por conocer cada detalle, cada milímetro del lugar al que se dirigían. No tendrían mucho tiempo, así que era muy importante actuar con celeridad. No podrían dudar, no podrían dar marcha atrás, y sobre todo, no debían dar la impresión de que estaban haciendo algo malo.

Finalmente, cuando tenían los detalles del plan concluídos, Helen fue a darse una ducha. Mientras tanto, Kevin se preparó para dormir en un sillón. Cuando volvió, y vio al joven sentado en el sillón, le dijo, mientras sonreía pícaramente, y se acercaba a él:
-Podríamos haber preparado el plan en cualquier parte. No te traje aquí para eso.
Le tomó la mano. Se sentó a su lado, y le dijo al oído:
>>Mañana podría ser nuestro último día. Disfrutemos de lo que puede ser nuestra última noche.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Brujería en Edimburgo - Emboscada

La sesión de ayer fue un poco caótica, y se puede resumir de forma breve, a pesar de haber durado más que de costumbre. Los miembros del reparto se reunieron de nuevo, y les fue comunicada por la Condesa Orsini y por Mr. Thomson la decisión de formar un grupo mixto, dedicado a la protección del Grimorium Verum. Además, la Condesa comunicó a sus colegas Rosacruces la adición de un nuevo miembro a su grupo, (sic.) Rasputín VII Jr., un especialista en artes marciales, objetos consagrados, y símbolos de protección, cuyas habilidades les resultarían útiles.
Dado que los Rosacruces se veían incapaces de proteger el Grimorium por más tiempo (ante los múltiples enemigos que se intentan hacer con el libro), la coalición formada por Les Soldats y la Hermandad Rosacruz decidió que lo mejor era poner el libro bajo custodia de Les Soldats (con muchos más medios mundanos, incluyendo armas y personal de seguridad), y dar acceso a un número limitado de Rosacruces para estudiarlo, y poder contrarrestar el ritual de invocación del Dios Loco, en caso de que alguien encuentre alguna de las otras copias. Por esta razón, dieron al grupo indicaciones para trasladar el libro de la Capilla Rosacruz al llamado Edificio 23, un lugar custodiado por los Soldats.
Sin embargo, una vez más, y a pesar de haberse preparado bien en términos mundanos (cosa que los salvó, a posteriori), los miembros del reparto fueron emboscados y atacados por una fuerza compuesta por, aparentemente, una célula terrorista islámica. Aunque al final salvaron día, aniquilando a los terroristas, la escena no pudo ser más dantesca (cosa que ocurre cuando se utiliza la magia en plena calle): personas que aparecen de la nada, objetos que son lanzados sin que nadie los maneje (aparentemente), e incluso ángeles portando espadas llameantes. Al final de la sesión, sólo uno de los "terroristas" permanece vivo, manteniendo un combate personal cuerpo a cuerpo con el artista marcial, que ya se ha ganado el apelativo de "Junior".

viernes, 11 de septiembre de 2009

¿Anular, Reintentar, Fallo?



"¿Anular, Reintentar, Fallo?". Para aquellos que hayáis utilizado MS-DOS, esta frase os resultará familiar, y un tanto frustrante. Para aquellos que no estéis familiarizados con este sistema operativo (para mí, es, y seguirá siendo el mejor de todos, aunque reconozca que los entornos gráficos son mucho más prácticos, el encanto -y la robustez- de un sistema tan limitado, todavía no tiene igual) era un error que aparecía cuando el sistema intentaba hacer algo (normalmente escribir algo en el disco duro), pero era incapaz de seguir adelante. Hoy en día, los sistemas operativos son capaces de tomar decisiones automatizadas, e incluso de conectarse a Internet para buscar soluciones y "aprender" a no cometer el mismo error dos veces. Asusta un poco, ¿verdad?

Pues bien, cuando en MS-DOS el usuario humano se encontraba ante esta difícil decisión, a mí, y supongo que a muchos otros usuarios se les planteaba una gran duda. Imagináos la situación: el ordenador se ha tirado una hora compilando un programa, o te has tirado dos horas con el tedioso proceso de instalar un programa o un videojuego, almacenado en diez, veinte, a veces incluso más disquetes (¿os acordáis de los disquetes?... ¡que tiempos!). Y aparece el error dichoso. Y llega el momento de tomar la gran decisión. ¿Elegimos Anular, y mandamos todo al garete, como si nada, tirando por la borda todo aquello que habíamos hecho?¿Elegimos Reintentar, en un esfuerzo de fe en el espíritu en el interior de la máquina, que nos favorezca? ¿O elegimos Fallo, reconociendo nuestra culpa, arrojándonos a un mundo desconocido de consecuencias imprevistas?

En estas situaciones, no sólo ante un proceso informático, si no también en la vida, escojo siempre Reintentar. Siempre puede ocurrir que el error aparezca de nuevo, en cuyo caso, nos quedamos con sólo dos opciones, dado que Reintentar nos lleva a un bucle infinito de intento-error: Ante eso, ¿Anular o Fallo?

Escoger Fallo implica reconocer nuestras limitaciones humanas, y es lo más lógico en muchas circunstancias. Sin embargo, ¿estamos realmente preparados para afrontar las consecuencias? Victo Hugo decía "Atreverse es progresar". Pero muchas veces, atreverse, a ciegas nos conduce a callejones sin salida.

Por eso, cuando la vida nos pone entre la espada y la pared, lo mejor que podemos hacer es escoger la opción de Anular, reiniciar el sistema, y confiar en que la próxima vez podamos resolver aquellos dilemas que se nos plantean, habiéndonos hecho un poco más sabios en el proceso.

martes, 8 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #005 - Revelaciones


Helen miró a Kevin entornando los ojos. Se sacó las gafas de sol, y las posó en la mesa, con una lentitud deliberada, que a Kevin le pareció eterna. La joven se quedó un instante mirando su vaso, como pensando lo que iba a decir. Finalmente, y con tanta rapidez que Kevin se sobresaltó un poco, alzó la vista, y le dijo, mirándole directamente a los ojos:
-Así que no te han dicho nada.

Kevin tardó unos instantes en reaccionar. Le sorprendió bastante que la mujer realizase una afirmación, no una pregunta. Finalmente, devolviéndole la mirada, respondió con la frialdad propia de su tierra:
-Mira, si vamos a trabajar juntos, es mejor que me cuentes la verdad.
-Muy bien, muy bien. Será mejor que empiece por el principio. ¿Qué sabes de tu abuelo Greg?

El viejo Greg. Su abuelo materno, ya fallecido. Había sido un militar británico, que se retiró para dedicarse a una vida mucho más pacífica, como pescador de bajura, en los ricos caladeros que rodeaban la isla. Con su pensión militar, no ncesitaba el dinero, en realidad, y de hecho, había servido para pagar sus estudios. Su abuelo le había dado algunas lecciones sobre el manejo de armas, "por si se encontraba algún animal furioso". En aquel entonces, le pareció lógico. Sólo había visto un oso una vez, e incluso teniendo en cuenta de que parecía bastante tranquilo, le pareció una fiera a la que temer. Un día, partió en una expedición de pesca, pero jamás regresó.

En ese momento, la voz de Kevin se quebró, y su oyente, le acercó la botella de tequila y un vaso. Se sirvió un poco, y se lo bebió de un trago. Tras eso, miró a los ojos a Helen, y le espetó:
-¿Qué tiene que ver mi abuelo con todo esto?

Helen tomó aliento, y habló pausadamente, casi arrastrando las palabras, mientras colocaba sus manos sobre las de Kevin:
-Tu abuelo, Kevin, igual que tú, era un Agente. Y antes de morir en su última misión, esa "expedición de pesca", dejó aquí, en Caborca, algo para tí. Una caja, que se guarda en el Banco de la ciudad. Nuestra misión es recuperar esa caja.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Brujería en Edimburgo - Juntos, pero no revueltos

Ayer, hubo otra sesión de Witchcraft, de mi crónica "Brujería en Edimburgo". En la anterior sesión los miembros del reparto partían por caminos separados, pero el destino es una fuerza que pocos pueden controlar, y a veces es mejor hacer fuerza comun, cuando los enemigos son demasiados.

Nada más dejar la base abandonada de Les Soldats, los agentes recibieron un mensaje de Thomson, indicándoles la situación del apartamento de Lei Wong, y pidiéndoles que lo registraran antes de que llegara la Policía. Mientras tanto, los Rosacruces, tras una breve discusión, decidieron seguirlos discretamente. Lamentablemente, Neal, que conducía la furgoneta de los Soldats, se perdió, y perdió un tiempo precioso en encontrar de nuevo la ruta. Si eso no fuera poco, Peter, que conducía el otro coche, también lo perdió de vista, cuando Neal recuperó el rumbo. El resultado fue que, cuando llegaron al apartamento de Wong, se encontraron con éste ardiendo.

Los Rosacruces, por su parte, percatándose de que era domingo, decidieron que era un buen momento para asistir a la misa de cinco en la catedral de la ciudad. allí, tuvieron un desagradable encuentro con "Vinnie" Giannetto y sus matones (misteriosamente parecidos a los personajes de la película Pulp Fiction de Quentin Tarantino, pero eso es un detalle que no viene al caso). Tras una tensa escena, en la que Marcus usó (una vez más) sus poderes de Dotado para conseguir evitar cualquier posible conflicto, y, mediante el uso de palabras cautas, lograron averiguar algo de información sobre el interés de la mafia italiana en el Grimorium Verum, que, de acuerdo con ellos, les pertenece.

Tras eso, los agentes de Les Soldats recibieron una llamada de Thomson. Tras una reunión en las dependencias de Scotland Yard (tras conocer que éste trabaja en esa agencia), su "jefe" les indicó que las cámaras de seguridad de un banco cercano habían identificado a una mujer saliendo don una bolsa de deporte del edificio en el que se encuentra el apartamento (ahora destrozado) de Lei Wong. La mujer fue identificada como Clarissa Armington, y Neal la reconoció como la motorista que persiguió a la salida del hospital St. Elizabeth, unas horas antes. Thomson les indicó que si encontraban a Clarissa, ella los llevaría hasta Wong. Además, es importante que consiguieran lo que quisiera que fuese que llevaba en la bolsa de deporte, puesto que, presumiblemente, se trata de objetos de valor para Wong, tal vez de utilidad para combatir contra su enemigo acérrimo, el Tinglado, al que Wong, presumiblemente, pertenece (aunque lo desconozca).

Los Rosacruces se reunieron con la Condesa Orsini, y le presentaron las ofertas de diálogo tanto de los mafiosos como de Les Soldats, decidiendo entre todos, que éstos últimos resultaban mucho más fiables, por lo que consiguieron pactar una reunión entre Thomson y Orsini, en la que discutirían los términos de un posible frente común contra los enemigos que ambos tenían enfrente.

Por su parte, Bartowski, usando sus poderes nigrománticos, hizo un viaje hasta el Hades, donde pudo encontrar a tiempo a Conrad Stowe, el agente de Les Soldats que halló el libro, para que le contara toda la información que tenía. Stowe, pese a su renuencia (estaba deseoso por beber de un río que había en la distancia, que Bartowski identificó como el Río Lethe, en el cual los muertos beben para olvidar sus anteriores vidas, y poder reencarnarse de nuevo, Siguiendo Adelante en el Ciclo de la Vida y la Muerte). Tras contar toda la información que tenía, Stowe sació su sed en el río, y se alejó en la distancia.

Con la información obtenida por Bartowski, los Soldats pudieron localizar al misterioso grupo de sectarios que los atacó cuando se desplazaron, dos días antes, del Colegio Universitario, a la casa de Marcus Biggings. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaban. Los sectarios lograron convocar a tiempo a una criatura corrupta, y mientras Neal y Chuck Bartowski le hicieron frente (quedando Bartowski casi al borde de la muerte, a pesar de su Escudo físico, que resultó ser inútil contra las bolas de fuego que la criatura les lanzaba), los sectarios lograron huir por la puerta trasera. Una vez que estos huyeron, el lazo que ataba a la criatura a este mundo fue cortado, y ésta volvió a su plano de origen. Tanto Neal como Chuck fueron trasladados al Hospital Militar de St. Claire, donde examinaron a ambos, internando a Chuck. Ulysses llegó a presentarse en la casa de los sectarios, pero demasiado tarde.

Los Rosacruces, por su parte, al día siguiente, fueron a visitar a Chuck al hospital (tras averiguar en cuál estaba), y allí se encontraron también con Ulysses, con el que charlaron en la cafetería del hospital, hasta que se dieron cuenta de que un hombre de traje negro les observaba. El hombre, acto seguido, procedió a irse, por lo que siguieron su conversación, llegando a la conclusión de que debían unir sus fuerzas contra los múltiples enemigos que se mostraban al frente, si no querían acabar por ser derrotados por ellos.

Como dice la canción de Pink Floyd, "Hey You", "Together we stand, divided we fall" ("Juntos aguantamos, divididos caemos").

jueves, 3 de septiembre de 2009

El Agente: Archivo #004 - Compañía inesperada


Sobre el mural decía "Bienvenido a la Heroica Villa de Caborca. Estado de Sonora, México". No sabía exactamente a qué se debía que la llamaran "Heroica Villa", pero recordaba algo sobre el ataque de una banda de filibusteros. "Espero que ningún héroe se cruce en la misión que hay por delante, sería justo lo que menos ganas tengo de afrontar..."

Una vez que encontró un lugar en donde aparcar a la sombra (cosa que le costó bastante), fue a comprarse algo de comer (que parecía una especie de torta de maíz con carne), y una botella de agua fresca. De vuelta en su coche, mientras terminaba la comida, examinó las instrucciones para la misión. Al parecer, debía encontrarse con un contacto en una cantina llamada "Bar Coyote". "No puede ser casualidad", pensó Kevin. No, tonterías suyas. El contacto lo reconocería a él, mediante el reconocimiento por la señal de Bluetooth que su móvil emitiría. Salió de su coche, y preguntó por la cantina. Tras varias tentativas, un hombre le dio las indicaciones precisas. Al cabo de un rato, estaba frente al local. un tugurio polvoriento. "Seguro que mi contacto es algún pistolero mejicano, o al menos sólo una persona así iría a un lugar como éste". Encendió el dispositivo Bluetooth de su teléfono.

Tras un momento de duda, se alisó un poco la ropa con las manos, y entró en el sitio. Comenzó a caminar dubitativamente hacia delante, hasta que el teléfono zumbó. Un mensaje: "Mira a tu derecha". Lo hizo. Y allí estaba ella. Sentada a una mesa, con una bebida a medias (tequila, se atrevió a juzgar Kevin), vestida con unos pantalones tejanos, una camiseta ajustada, con un cigarrillo en la boca, y unas gafas de sol poco caladas. Pelo rubio pajizo, y unas buenas curvas. Desde luego, no se esperaba algo así. La mujer bajo todavía más las gafas y lo miró de arriba a abajo.
-Para ser canadiense, no estás muy blanco. Pasarás desapercibido. Eso será útil.
-Creo que no hemos sido igualmente informados. Tengo la impresión de que ya sabes algunas cosas sobre mí, pero yo no sé nada de tí -dijo Kevin mientras se sentaba en la silla más cercana a la mujer.
-Bueno, pues mi nombre es Helen, como puedes suponer trabajo como "agente externo" para la Corporación, y este tequila te lo dedico a tu salud, ya que es posible que sea el último -dicho lo cual, se tragó lo que quedaba en el vaso.

"Agente externo". Eso significa que es una mercenaria. Sabía que la Corporación contrataba a gente así para misiones peligrosas, pero no le gustaba que no le hubieran informado que la peligrosidad de la misión la calificaba para el uso de mercenarios. Además, debía andar con pies de plomo para no hablar más de la cuenta.

-Y bien, Helen. Explícame para qué he cruzado todo un desierto, hasta llegar a este desolado lugar dejado de la mano de Dios...