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miércoles, 2 de octubre de 2013

Promesas de papel







Antes de empezar, me gustaría agradecer a los lectores por su fidelidad en esta entrada nº 200. Esperamos seguir ofreciendo contenido de interés y actualidad, por lo menos, otras 200 entradas más. ¡O 200.000, por qué no!

Hacía tiempo que no leía algún libro sobre economía. Promesas de papel llegó a mis manos por casualidad, pero el nombre de Philip Coggan me era conocido por sus editoriales en The Economist. El libro parecía una apuesta interesante, así que me decidí a darle una oportunidad. En la entrada anterior hacía referencia a este libro, precisamente porque contiene algunas claves que me llevan a juzgar cuál puede ser la posible evolución del drama del government shutdown norteamericano. No obstante, empezaremos antes por la reseña del libro.

El libro habla de la historia del dinero y la deuda. La gran clave del libro es identificar una cosa con la otra, como ambas caras de la misma moneda (valga la redundancia). Todo el dinero que existe en el mundo es, de una forma u otra, deuda. Así que en estos momentos, al hablarse de una "crisis global de deuda soberana" estamos hablando, en realidad, de una "crisis global del dinero". La prueba de fuego del capitalismo.

El libro podría dividirse en tres partes. La primera de ellas nos habla de la historia del dinero y la deuda, hasta el momento actual. En ella se nos explica la forma en que el sistema monetario mundial ha evolucionado, con las diversas crisis de deuda y bancarrotas de diversos Estados a lo largo de la historia. En ella se nos ofrecen interesantes historias y anécdotas que, puestas en comparación con la realidad actual, resultan asombrosamente familiares.

La segunda parte del libro habla de la naturaleza de la crisis global del capitalismo. De una forma amena (para ser un manual de economía, me refiero), y relacionándolo con la historia anterior, Coggan nos explica las diferentes fases de dicha crisis y cómo podrían no haber sucedido con sistemas monetarios diferentes (particularmente con el patrón oro o el sistema de Bretton Woods).

La última parte del libro nos habla del "New Order". No, no se trata de sociedades secretas ni ninguna clase de conspiración global. Coggan nos explica en manos de quién está la deuda de los países en crisis y cómo esos acreedores, fundamentalmente ahorristas chinos de clase media constituyen la clave del "nuevo orden mundial". Y al hilo de eso, me gustaría complementar la entrada anterior sobre el government shutdown.

Desde hace unos años, cuando China se incorporó al comercio internacional, su política ha sido la de una balanza comercial positiva, combinada con una fuerte política de "moneda barata". Eso le permite producir a un precio más barato que el de ningún país del mundo, combinado con los sueldos míseros del país. Sin embargo, en China está sucediendo un importante cambio social. Dado que no existe ningún tipo de jubilación a cargo del Estado (por muy comunista que diga ser), la mayor parte de chinos deben trabajar hasta el final de sus vidas. Sin embargo, la ascendiente clase media china se está cubriendo las espaldas mediante la compra de bonos europeos y estadounidenses. De esa forma esperan tener rentas con las que poder retirarse al alcanzar una edad avanzada. Eso ha convertido a China en el mayor acreedor del mundo, si a ese dato añadimos que el Banco Central de China es también uno de los principales compradores de bonos, como parte de su política monetaria para rebajar el precio de su moneda. Eso convierte al gigante asiático, igual que Alemania respecto de Grecia, en el menos interesado en que EEUU quiebre. ¿Rescatará China a EEUU? Parece absolutamente disparatado, pero si la clase media de su país corre el riesgo de quedarse sin ahorros para su jubilación, no sería racional dejarlos en la estacada por las revueltas sociales en las que pueda desembocar. Haciendo uso de la expresión que se ha usado con determinadas instituciones financieras, EEUU es ahora mismo too big to fail. Y una tercera parte de un tercio del Gobierno de los EEUU (aproximadamente un 6% del total de representantes) está poniendo todo el sistema capitalista en juego. Ahí tenéis el resultado de la globalización: tu mayor enemigo puede ser tu única salvación.


martes, 6 de marzo de 2012

¿Son los políticos comunistas chinos malas personas?


Hoy he leído en Politikon un artículo de Roger Senserrich en referencia a un curioso estudio acerca de la relación de moralidad y nivel de riqueza. El estudio en sí mismo extrae conclusiones un tanto obvias: las personas con un alto nivel de ingresos son más propensas a cometer infracciones de tráfico en sus coches de lujo, mentir a la hora de negociar un contrato de trabajo, , hacer trampas en juegos de azar, robar caramelos a los niños, etc. En fin, el pan de cada día para el Sr. Burns de Los Simpson. O lo que es lo mismo, la clásica definición del capitalista despiadado.

En los comentarios del artículo de Roger, con cierta razón argumentaban algunas personas que en gran parte la riqueza es heredada, y por tanto tiene más que ver con una educación en un sentido determinado, "orientada hacia el egoísmo", podríamos decir. También se habló de la "superioridad moral de la izquierda", como argumento por el cual las personas educadas en una ideología progresista son más tendentes a compartir y a respetar las leyes que las personas educadas en una ideología conservadora. Estos argumentos no se corresponden con la situacion de China. Allí, políticos educados en un entorno comunista, se están convirtiendo en despiadados capitalistas. ¿Supone eso que la posibilidad de enriquecerse está reblandeciendo esa supuesta superioridad moral de la izquierda, a pesar de no haber sido criados en un entorno liberal? Eso parece.

Todo esto viene muy a colación con nuestro entorno, en donde estamos viendo casi cada día como pesonas que se han enriquecido de forma sospechosamente fraudulenta, o directamente ilegal, están siendo absueltos por la justicia. Eso crea lo que yo llamo "espiral de invulnerabilidad". La tendencia de una persona a traicionar al sistema para obtener un beneficio individual puede examinarse dentro de la teoría de juegos. En ese marco, los jugadores tienen que escoger entre seguir las reglas y arriesgarse a perder, o hacer trampas y ganar. John Nash ha demostrado la relevancia de la información en el mercado a través de este modelo, porque cuanta mayor información tenga cada jugador sobre las intenciones de los demás, más se posicionará entre hacer trampas o no. Y si alguno de los jugadores pretende hacer trampas y todos los saben, pueden ocurrir dos cosas: que los demás jugadores lo impidan (lo habitual, si el juego es de suma cero, y las trampas de ese jugador obligan a los demás a perder), o que se suman al carro si el juego es de suma no cero y todos pueden ganar haciendo trampas. Si además, en los subsiguientes juegos no se contemplan penalizaciones por hacer trampas, la tendencia de los jugadores a seguir haciendo trampas no disminuirá, pero tampoco aumentará. Si se contemplan penalizaciones (como por ejemplo, ir a la cárcel y perder lo ganado, como se supone que ocurre en el mundo real), la intención de hacer trampas puede disminuir. Pero de nuevo, la información es relevante. Porque si las penalizaciones incluyen un componente aleatorio y/o una variable dependiente de quien realiza las trampas (digamos, la decisión de un jurado y la capacidad de influir sobre él, en el segundo caso), entonces las intenciones de los jugadores de hacer trampas en juegos sucesivos se puede ver reforzada. Esto es la "espiral de invulnerabilidad": a mayor sensación de invulnarabilidad del tramposo, mayor será la corrupción generalizada del sistema.

La conclusión a la que quiero llegar es que no creo que la falta de moralidad sea innata en las personas que "han nacido ricas". Ideología, extracción social de nacimiento o educación recibida son independientes de la tendencia a romper las reglas morales del sistema con el objeto de obtener un beneficio material. El hecho de que los ricos sean malas personas es producto de la lógica racional que se crea al sentirse éstos invulnerables.