sábado, 20 de febrero de 2010

El Agente: Archivo #025: Pisadas en la nieve



Helen se movió silenciosa cuando oyó pisadas en la nieve. Llevaba ya un tiempo en aquella casa de St. Moritz, escondiéndose del mundo. Sin embargo, sabía que tarde o temprano la Corporación enviaría a alguien a buscarla, si es que no lo hacía el propio Herr Fritzl. Por eso, estaba bien preparada. Su casa podría resistir el ataque todo de un pelotón enemigo, si sabía que se dirigían hacia allí.

Pero, según pudo ver a través del sistema de videovigilancia que había instalado hábilmente oculto en el bosque que rodeaba la casa, un sólo hombre, con una maleta, con abrigo y sombrero negros, era el que se acercaba. Sus datos biométricos no correspondían con nadie de la Corporación, así que podría ser o bien un hombre de Fritzl, o bien un agente libre. Decidió que merecía la pena darle un voto de confianza, aunque por si acaso, cogió una pistola automática, y la pegó con cinta americana bajo la mesa de la cocina, que estaba al lado de la puerta.

Al cabo de un rato, el extraño llamó a la puerta. Ella abrió la mirilla, y preguntó en alemán, con su cortante acento bávaro:
-¿Quien es usted? ¿Y qué quiere?
-Mi nombre es Clive Thomson. He venido desde muy lejos para hablar con usted, señorita Rhinehart. -El individuo hablaba en inglés, con acento del medio-oeste.
Cambiando al inglés, le respondió, mientras abría todos los candados de seguridad de la puerta.
-Pase.

El individuo se quitó el abrigo y el sombrero, y los colgó en el colgador que había al lado de la puerta. Helen se mantuvo al otro lado, apoyada en la mesa. Un movimiento en falso, y en pocas décimas de segundo el hombre estaría muerto en el suelo. No hizo ningún amago de sacar ningún objeto, aparte de un bloc de notas y un bolígrafo.

-¿Es usted policía? -Dijo Helen.
-No. Detective privado. Me han dicho que usted estuvo en cierto hotel de Memphis hará cosa de unos meses.
-Si es tan vago en los detalles, mucho me temo que no pueda ayudarle.

El individuo se llevó la mano al bolsillo. Helen bajó la mano para ponerla cerca del arma bajo la mesa, pero la retiró cuando el hombre extrajo un papel doblado del bolsillo de su camisa. Lo abrió, y le enseñó una ficha de hotel, que mostraba los datos de una mujer mejicana.

-No conozco quién es esa mujer.
-Pues la recepcionista del hotel la ha identificado con usted, en un vídeo de seguridad del hotel. ¿Qué tiene que decir al respecto?

Helen cayó en la cuenta. No había borrado su rastro. Las cintas de seguridad. Ahora estarían en un servidor seguro. La recepcionista, en un programa de protección de testigos. En pocas palabras, estaba en un problema. Podría limpiar el rastro, pero sería a costa de más violencia, que implicaría borrar más huellas, en un interminable efecto bola de nieve. Podría pedir a Fritzl su colaboración, pero seguramente implicaría endeudarse con él, más todavía de lo que estaba. Tampoco era una opción viable. Tenía que pensar en algo, rápido, pero la mirada penetrante del detective sugería que debía responder, y pronto.
-Muy bien, soy yo. Lo admito. Usé un pasaporte falso que compré a la mafia mexicana. ¿Y qué?
-Pues que estás en un buen lío. Tenemos arma homicida, huellas dactilares, y un testigo de referencia. Sin embargo, puede que puedas librarte si...

Entonces ambos oyeron el estruendo. Como el sonido de un trueno, pero entrecortado y prolongado, como si se oyese por una radio vieja en una emisora distante. Helen lo reconoció enseguida. Sólo lo había oído una vez en su vida, pero era un sonido inconfundible. Inmediatamente se puso alerta. Miró al detective y preguntó:
-Cuando le mandaron aquí, ¿le inyectaron algo? ¿Le implantaron algún chip?
-Me dijeron que me colocarían un chip, pero me negué. No soy un perro.
-¿Y te dieron algo de beber?
-Bueno, sí. Me ofrecieron una copa. Y la verdad, en aquella sala hacía un calor de narices. Así que acepté, y nos prepararon unos cócteles. Un poco ácido para mi gusto, pero estaba bueno.
-¡Maldito idiota!¡Scheiße! ¡Era un isótopo, para poder rastrearte por satélite! Ahora un pelotón de soldados de choque deben haberse teleportado en las cercanías.
-¿Lo qué?¿Teleportado?¿Qué se ha fumado, señorita?
-¿Sabe manejar un arma automática?
-Sí, pero...
-Muy bien, debajo de esas tablas hay una caja con dos M-16, una mira telescópica, y munición abundante. Suba al piso de arriba y derrible a cuantos enemigos pueda. Ah, y procure que no le den con los railgun que portan. Podría ser lo último que haga.
-¿Pero qué diablos?¿Me puede explicar lo que está pasando?
-Creo que alguien ha decidido que valgo más muerta que en manos de su cliente, señor Thomson. Lamentablemente, les va a costar muy caro. Vamos a darles una buena paliza.
-¿Vamos?
-A menos que que quiera perder su dinero, y tal vez su vida, señor Thomson.
-Sabía que no era una buena idea aceptar aquél maletín...

Spanischmann in Deutschland #3: Fußball am Sonntag



El domingo, tras una mañana de fin de semana corriente, a las doce salimos de casa con dirección hacia el centro, con intención de ir al partido del FC Augsburg, que ese día jugaba contra el Fortuna Dusseldorf, buscando alcanzar el tercer puesto de la tabla en la segunda división alemana. Decidimos tomar un autobús, que nos lleva al centro neurálgico de la ciudad, Konigsplatz. Allí, por error tomamos un bus equivocado, que nos haría perdernos los primeros minutos del partido. Tras volver a Konigsplatz, esta vez tomamos el tranvía especial, que nos lleva a las inmediaciones del Impuls Arena, el estadio del FC Augsburg. Se trata de un estadio prácticamente nuevo, ya que fue inaugurado el año pasado.
Una vez llegamos, compramos las entradas. Ya no quedan entradas de asiento en la zona más barata, así que tenemos que conformarnos con una entrada para la zona de pie, la llamada de los “Heimfans”, lo cual se traduce como “fans patriotas”… La taquillera nos pregunta si queremos “un sitio tranquilo” “oder etwas mit power”. Obviamente, escogemos lo segundo. Pronto nos daríamos cuenta del follón en que nos habíamos metido, y de qué venía querer decir lo de “fans patriotas”.
Una vez entramos al estadio, nos damos cuenta de que está bastante lleno. Le preguntamos a un guardia donde podemos colocarnos, y nos señala una zona en la que hay algo de sitio. Como llegamos tarde, nos perdimos el primer gol del FC Augsburg, que marcó (…) en el minuto 2. Nos colocamos por donde nos indicó el guardia. Aunque el público es bastante diverso, pronto nos damos cuenta, principalmente por los saludos fascistas, los coros patrióticos y las banderas con emblemas nacionalistas, de que nos hemos metido de lleno entre los “ultras” más radicales del equipo. Con todo, parecen pasar bastante de nosotros, así que nos limitamos a ver el partido .
No obstante, uno de ellos, un tanto borracho, no deja de golpear inadvertidamente a mi compañera de piso. Ella, cansada, le dedica una mirada disconforme, aunque no le dice nada. El individuo le comenta algo a una señora que hay al lado. El incidente no va más allá, por lo que seguimos a nuestro aire.
El equipo local, el FC Augsburg, domina toda la primera parte, aunque la defensa de los renanos contiene bien los envites de los bávaros, poniendo un marcaje férreo a los delanteros del Augsburg, Nando Rafael y Michael Ratajczak. Con lo cual, llega el final de la primera parte.
En ese momento, se acerca la señora a nosotros. Con un tono bastante rudo, nos increpa que “no estamos animando”, y que “nos andemos con cuidado”. Algunos aficionados se quedan mirando para nosotros, con expresión entre curiosa y molesta. Por esa razón, aprovechamos que un buen número de personas se van a coger algo de comer, para buscar un sitio alejado de los ultras neonazis.
Comienza la segunda parte, y el Fortuna Dusseldorf presiona ahora duro al ataque, Durante un cuarto de hora, la tensión se masca en el ambiente, temiendo la posibilidad de que el Fortuna empate el partido. Sin embargo, en un contragolpe, en el minuto 60, Michael Thurk consigue despegarse del marcaje y deja un pase de la muerte a Nando Rafael, que marca a placer, por segunda vez en el partido. Tras este gol, el Fortuna se descompone y a partir de entonces, sólo hay un equipo en el campo: el FC Augsburg. Durante los siguientes quince minutos, se suceden varias ocasiones más para los bávaros, aunque una mezcla de mala suerte de los locales y buena actuación del portero del Fortuna, evita que el marcador se incremente. En el minuto 80, aproximadamente, el entrenador del FC Augsburg retira a Nando Rafael, que es ovacionado por la grada, por su excelente actuación. Al final del partido, los jugadores del FC Augsburg se acercaron a nuestra grada para agradecer el apoyo de la afición, lo cual me resultó bastante chocante.
Tras eso, nos dirigimos a comer a nuestro take-away favorito, el Sevil, que prepara comida turca. Tras unos lamakhun y kebabs, nos dirigimos hacia casa, no sin antes pasar por el Café Anadolu, un bar turco del barrio. Allí, aparte de jugar a las damas, vemos un interesante encuentro entre el Fenerbahce y el Manisaspor, que venció el equipo local por un gol a cero. Tras el partido, termina nuestra tarde turca, y nos retiramos a casa, para un nuevo día alemán.
En conclusión, todo un domingo de fútbol.

sábado, 13 de febrero de 2010

Spanischmann in Deutschland #2: Un día alemán




Son las ocho de la mañana. Mientras mis compañeros de piso se apuran para marchar, yo me levanto. Tengo suerte de estar en el turno de tarde. Tras asearme y vestirme, mientras me preparo mi desayuno, pongo Rock Antenne Ausburg, una emisora local de música rock. Fuera, los cuervos se quejan del frío. El cielo es de color gris plomizo, como casi todos los días, aunque hoy amenaza con nevar. Todavía hay bastante nieve acumulada en las calles, y los ciclistas se deben andar con mucho cuidado. No es de extrañar que los alemanes estén entre los mejores ciclistas de cross (aunque también tenemos a algún español en el podio). A las nueve, mientras me zampo un Stück Kuchen y un Belgisch Waffel, escucho las noticias de Baviera. Cosas poco interesantes: se produce un inciendio en el aeropuerto de Munich. El FC Ausburg se prepara para recibir al FC Köln en el próximo partido de copa, que se anticipa como extramadamente reñido: el FC Augsburg está siendo el equipo revelación en copa, al llegar a octavos de final invicto. Los preparativos para el carnaval se empañan ante una bajada de temperaturas acompañada de nieve, que durará hasta el domingo. Se recomienda precaución en la conducción, y el uso de cadenas. Me tomo mi vaso de Orangensaft, y me preparo para un día alemán.

A continuación, friego los platos, hago algo de plancha, y arreglo mi cama (cosa que me lleva menos de 30 segundos, ya que la ropa de cama se compone de un cubrecolchón y una funda nórdica), y me abrigo bien: fuera la temperatura es de -5º C. En Alemania, es imprescindible un buen Klimaanlage para sobrevivir al duro invierno, y la diferencia de temperatura entre casa y la calle es de unos veinticinco grados ahora mismo. Cojo un par de bolsas de tela para hacer la compra, puesto que los supermercados no ofrecen o cobran las bolsas de plástico (y no son baratas). También cojo la bolsa de Verkaufspäckern para llevar al contenedor de reciclaje, pues hoy es día de recogida de plásticos, bricks y envases, que deben ir en su contenedor adecuado, el de color amarillo.

Tras depositar la basura, me dirijo a los supermercados del barrio. Hay tres: un Norma, un Schleker y un Rossman. En el Schleker compro productos de droguería: necesito un bote de gel y un after shave. Para lo de alimentación, voy al Norma, que es el más barato. Finalmente, me dirijo al Rossman para comprar un par de carpetas, que necesito para mis apuntes de alemán. Una vez en casa, deposito las cosas de la compra en su sitio, me tomo un yogur y hago mis deberes para el curso. Cuando me doy cuenta: ¡horror! ¡Son las doce y media! Me preparo unos sandwich, me cojo un waffel para media tarde, meto los apuntes, el Worterbuch, eine Flasche Mineralwasser y la comida en la mochila, y me abrigo de nuevo para salir. Tras recorrer cuatro manzanas, llego a la parada del Straβenbahn, o S-Bahn, como se lo conoce más popularmente. Normalmente voy andando a clase, pero entre que tengo poco tiempo, y que está empezando a nevar, me decido por coger el S-Bahn. No hay problema, tengo una Kundenkarte para este mes.

Llego a Königsplatz a eso de la una y diez. Rápidamente, recorro los cinco minutos minutos andando que me separan de Schlaezerstraβe, donde está mi academia. Ya en la academia, mientras me como mis sandwich, me tomo una taza de té caliente. Tras caminar en medio de la nevada, se agradece de veras. Las siguientes horas transcurren en las clases de alemán. Durante el descanso, me enzarzo en una de esas bizarras situaciones de un entorno multiculural, que parecen sacadas de un chiste: se juntan un español, un griego y un hindú, en un pasillo, hablando en alemán, y entonces…

Al salir de clase, me dirijo a la biblioteca con una amiga. Allí, gracias a haberme hecho socio, dispongo de dos horas al día para conectarme gratis a Internet. Leo y contesto el correo, y me pongo en contacto con la gente de España. Mi amiga tiene que hacer algo de compra, así que se despide de mí cuando salimos de la biblio: los supermercados cierran a las siete, con suerte, las grandes superficies, a las ocho. Yo, por mi parte, me junto con mis compañer@s de piso, que ya estaban en la biblioteca desde antes que yo, y nos vamos para casa. Con la que está cayendo, por supuesto que cogemos el S-Bahn.

Ya en casa, descanso un poco, y me preparo la cena. Hoy toca Wienerbratwurst mit Kartoffelnsalat. Después, un heiβes Schokolade, y nos preparamos para salir. Hoy es martes, día de fiesta de los estudiantes de Baviera. En el Weiβen Lamm hay una fiesta a la que nos han invitado unos amigos, así que allá vamos. De nuevo viaje en S-Bahn hasta Königsplatz, y luego anadamos hasta Theaterstraβe. Un poco más allá, está el local. Allí nos tomamos unas cervezas, hasta las doce y media, momento en el que el ambiente empieza a decaer (es muy tarde para Alemania, no para un fin de semana, pero sí para un martes), así que decidimos irnos. Aún estamos a tiempo de coger el último S-Bahn hacia Lechhausen, el barrio en el que vivo. Lleva ese nombre porque está a las orillas del río Lech, que atraviesa Augsburg. Por suerte, ahora no nieva, así que caminamos hasta Rathausplatz, donde cogemos de nuevo el S-Bahn para irnos a casa. A eso de la una y media, me echo en cama. Estoy agotado, pero al menos mañana no tengo que madrugar… lo cual significa poder levantarse a las ocho de la mañana. Scheiβe!

lunes, 8 de febrero de 2010

El Agente: Archivo #024 - Kevin busca a Kevin




Tras los primeros días, Hiresh había enseñado a Kevin lo básico para sobrevivir en Nueva York. Había encontrado bastante util la experiencia de Kevin con la navegación, y pronto un pequeño barco con una vela se convirtió en su medio de transporte. Silencioso, bogaba a contra el viento. Lo pintaron totalmente de negro, con una pintura plástica que lo hacía invisible al radar, para que los helicópteros de vigilancia no pudieran detectarlos por radar.

Evadir las patrullas de tierra no era tampoco fácil. Sin embargo, Nueva York era un enorme esqueleto podrido de elefante en el que Kevin y Hiresh no era mayores que dos termitas. Se colaban por atajos, túneles subterráneos de metro abandonados, y alcantarillas en desuso. El olor a húmedo y a podrido, y el ataque ocasional de alguna alimaña compensaba sobradamente la posibilidad de afrontar a las brutales brigadas de la Policía Americana, que el gobierno provisional de Ohio había organizado.

Hiresh le explicó que, tras el ataque a Canadá a principios de los cuarenta, EE.UU. había resultado muy dañada por las armas paratecnológicas del Imperio Británico. A consecuencia de ello, el presidente Lindbergh había impuesto un severo régimen nacionalsocialista a imitación del alemán. El Pacto de Hierro había ganado la guerra contra los aliados, pero el coste había sido terrible. Millones de americanos murieron, y los que sibrevivieron debían vivir confinados en ciudades subterráneas. Los soviéticos, convenientemente, se habían ofrecido a actuar como "fuerza de interposición neutral" entre Aliados y Eje, pero se habían cobrado conquistando buena parte del territorio tanto americano como canadiense. Para cuando el siguiente presidente, Harry Truman, quiso hacer algo, era demasiado tarde. Ahora los soviéticos dominaban el mundo, y ni siquiera la otras dos potencias mundiales, Gran Bretaña y Alemania, podían hacerles frente unidas. Ahora los soviéticos se negaban a reconocer el pequeño estado de Nuevo Manhattan porque estaba controlado "por una organización terrorista", y el nuevo gobierno títere de los EE.UU., había mandado sus fuerzas de tierra para establecer el estado de sitio sobre la isla. Desde su bases operativas en Quebec y en Cuba, los soviéticos controlaban tanto la bahía de Hudson como el Atlántico occidental. Con lo cual, los habitantes de Sentinel estaban solos.

Finalmente, llegó el día en el cual Kevin puso en marcha lo que había planeado desde el principio. Un día que sabía que Hiresh estaría ocupado, salió si decirle nada a nadie. Ni siquiera a Gillian, que seguía con su agotador entrenamiento. Se abrigó bastante, porque el invierno comenzaba a acercare, y de hecho, en el exterior estaba nevando. Tomó su velero, y se dirigió a la costa, mientras aún no amanecía. Atracó en una zona bastante tranquila, y se dirigió hacia el Spanish Harlem. A aquellas horas, apenas había vigilancia, más allá de la costa. Se aprovechó de ello, para colarse por una alcantarilla de las que daban a la bahía. El túnel estaba oscuro y olía a viejo y a húmedo. El agua ya no corría por allí, salvo la que caía de la lluvia, o la nieve que se derretía. Mezclada con la suciedad de la alcantarilla, formaba un barro maloliente. Sin embargo, en aquellas semanas se había acostumbrado a aquel olor, y además, no tendría muchas ocasiones como aquella.

Le costó un poco encontrar el lugar que buscaba. Orientarse por debajo de las calles es mucho más difícil de lo que parece. Al fin y al cabo, no hay señales que indiquen por donde vas. Por eso, un mapa del alcantarillado era una de las posesiones más preciadas de un recolector como él. Cuando por fin llegó al lugar señalado, subió a la calle. No había nadie por la zona, así que comenzó a recorrer las calles con precaución, mirando al cielo de cuando en cuando, pues los helicópteros silenciosos de vigilancia podrían pasar en cualquier momento. Siempre que pudo, entraba en los edificios y caminaba por entre los escombros de la Manzana Podrida, como llamaban otros recolectores a lo que antaño fue la capital del mundo.

Y, tras casi dos horas de camino, llegó al lugar que estaba buscando. Sacó sus llaves del bolsillo, las cuales encajaron con cierto esfuerzo, pues la cerradura parecía que había sido forzada. El ascensor hacía años que había dejado de funcionar, así que subió las escaleras, con una mezcla de excitación y miedo a lo que se iba a econtrar. Un gato salió corriendo, saltó por delante de él, y se encaramó a una cornisa. Desde allí, se quedó mirando como Kevin seguía subiendo las escaleras, en un interminable camino, que lo llevaba hacia el cielo. Finalmente, llegó a su planta, y se dirigió a la puerta de la izquierda. Sacó de nuevo sus llaves, y, de nuevo, funcionaron, para su sorpresa. Cuando entró, no pudo quedar más asombrado. Todo estaba tal y como lo había dejado, pero parecía como envejecido. "No he pasado por aquí en varios meses, después de todo... O bueno, por el lugar que se corresponde con este en mi mundo." Se echó en el sofá, pues estaba exhausto, y pensó en lo irónico que resultaba estar a la vez tan cerca y tan lejos de su propio hogar.

jueves, 4 de febrero de 2010

Spanischmann in Deutschland #1



No suelo hablar mucho de mí mismo en este blog, pero como he prometido dar noticias sobre mis aventuras por Alemania a los que me conocéis, creo que esta plataforma bien sirve. Ya aviso que al menos hasta que tenga conexión a Internet en el apartamento, estoy exiliado de utilizar "la ene con muesca encima", que tendré que sustituir por nh.

Mi viaje comenzó el día 1 de febrero, a las siete de la manhana, hora a la que salió mi vuelo con rumbo a Madrid. Llegué a Madrid a eso de las ocho y cuarto, con la intención de salir a las nueve hacia Múnich. Sin embargo, una pasajera no se presentó y "por cuestiones de seguridad" tuvimos que esperar cosa de tres cuartos de hora a la espera de que los TEDAX (el cuerpo de artificieros de la Polcía Nacional) retirara su equipaje. En fin, primer follón, y sin llegar a Alemania.

El vuelo, aunque tarde transcurrió sin incidentes, llegando a Múnich a eso de las doce. En el aeropuerto cogí el metro, que me llevó a la Hauptbahnhof (estación central de ferrocarril) de la ciudad. Allí, a eso de la una y pico, tuve que esperar unos veinte minutos a que saliera mi tren rumbo a Augsburg, por lo que aproveché para tomarme un sandwich. Si hubiera sabido que no iba a poder comer nada más hasta las nueve de la noche, hubiera comprado más para el camino. A la una y media me llaman de Augsburg, para preguntarme por qué no he llegado. Les explico lo del vuelo, y tomo el tren, quince minutos más tarde. Se retrasó cinco minutos, lo cual hizo caer el mito de que en Alemania los trenes siempre salen a su hora. Eso sí, el conductor del tren se disculpó muy amablemente una vez que salimos.

Una vez llego a la Hauptbahnhof de Augsburg, allí tomo un taxi con rumbo a la agencia en la que me reciben, y me acompanharían al piso. Cosa curiosa, lo primero que comentó el taxista no fue de dónde vengo, o porqué llego a la ciudad. Fue "hoy hace un viento bastante frío, verdad?". Se ve que existe un estándar internacional de conversaciones de taxistas: siempre hablando del tiempo, y de política. Cosas que uno aprende viajando.

Una vez en la agencia, espero a que llegue un companhero, que llegaba poco tiempo después. Me ofrecen un té, que acepto. Más tarde, una vez llega, voy con él y con una de las chicas de la agencia a la oficina central de la companhía de tranvías, a hacer el abono mensual. Situación curiosa la que se da cuando voy por la calle en Augsburg con un burelés y una italiana. Ellos hablan en italiano, y yo, en general, asiento a todo, aunque me entero de la misa la mitad de lo que hablan. Entre medias, le digo a mi companhero que me haga la traducción simultánea italiano-gallego, y empezamos a entendernos.

Más tarde me llevan hasta el piso, que es bastante pequenho, y está en el límite de lo que es el centro de la ciudad. Una zona bastante alejada, porque además está al este de la orilla del río Lech, que pasa por el medio de la ciudad, razón por la que mi barrio, Lechhausen (literalmente, "Casas del Lech") está un poco a desmano, salvo que cojas un tranvía.

Por la noche (es decir, hacia las seis de la tarde), llegan dos de mis companheros de piso. Más tarde, a eso de las ocho, vamos a cenar. Sólo encontramos abierta una pizzería, gestionada por una familia con cierta pinta de mafiosos, los cuales nos miran fatal, porque interrumpimos la cena familiar en el local (no había nadie más, y dudo que esperaran ningún cliente a esas horas). Sin embargo, nos ponen una pizza de tamanho generoso, por un precio razonable.

Al día siguiente, comienzan nuestras clases. Sin embargo, nos orientamos fatal, cogemos el tranvía en dirección contraria, y aunque llegamos, lo hacemos una hora y media tarde. Tras hacer un test de conocimientos, nos mandan a cada uno al nivel que nos corresponde, y estamos una hora de clase.

A partir de ahí, los dos últimos días empiezan a ser cierta rutina que se mantendrá las próximas dos semanas. Nos levantamos temprano para ir a clase (a eso de las siete). Pasamos la manhana en la academia, luego vamos a comer por el centro. Por la tarde, hacemos gestiones para cosas del piso, o nos vamos a la biblio para conectarnos a Internet y hacer los deberes para el día siguiente.

Respecto de mi clase, diré que estoy bastante sorprendido (agradablemente) de encontrarme un entorno enormemente multicultural. En mi clase hay gente de todos los continentes, y el menor número es de Europa (dos chicas rusas, otra chica espanhola, un chico turco y yo). El resto son de zonas tan remotas como Senegal, India, Mongolia, o Australia. Como nueva experiencia, me quedo con la de hablar con un canadiense y un hindú en alemán. Parece sacado de un chiste, pero ocurrió esta misma manhana.

Por el momento, creo que eso es todo. Más adelante, iré contando más cosas sobre mi vida en Augsburg, y colgando alguna foto con ellas. La de hoy no es mía, que conste, pero puede serviros para haceros una idea de lo que veo todos los días: nevado, eso sí, aunque ayer ha empezado a derretirse.