viernes, 21 de mayo de 2010

La Leyenda del Prisionero - Episodio III, "Mucho más que un libro"




El joven Johann no dejaba de estar asombrado por el libro que el noble elfo le tendía. Sentía algo especial en él. Como abogado, muchos tomos incunables habían pasado por sus manos. Viejos pergaminos relatando precedentes legales y jurisprudencia que se databa siglos atrás a los primeros años del Imperio. Sin embargo, había algo en aquelo libro, que transmitía una cierta sensación de poder.
-Cuídalo bien. No es un simple libro. Este libro contiene nuestras leyes, que son las leyes del mundo. El conocimiento de esas leyes es... delicado. Permite llevar a cabo proezas sobrehumanas.
Johann pronto comprendió lo que el elfo quería implicar, con aquello.
-¿Queréis decir que este libro permite aprender a hacer magia?
-En realidad, la magia verdadera es algo más complejo que eso. Pero lo que contiene este libro permite... los primeros pasos.
-Entonces, ¿vos sois un mago?
El elfo asintió con la cabeza.
-Los magos somos los pilares de la comunidad élfica. Servimos como consejeros, médicos, jueces y sacerdotes.
Johann tuvo entonces una idea. Más que una idea, una revelación. Siempre había buscado la forma de salir de aquella ciudad e instalarse en la capital. Por supuesto, ahora la solución estaba en sus manos.
-¿Un humano podría llegar a convertirse en mago?
-No veo porque no, aunque dudo que pudiera tener entre los humanos el mismo papel que entre los elfos. Y seguramente muchos magos elfos sospecharían de él. Pero realmente, no hay nada que impida explícitamente que un humano emprenda la senda del mago, salvo porque es un camino largo, y los humanos no tenéis paciencia.
-Nuestra vida es corta, pero también aprendemos rápido. ¿Me aceptarías como alumno tuyo, Fearuin de la casa Borandor?
-Hace tiempo que no tengo ningún aprendiz. Y desde luego nunca uno humano. Sin embargo, estos son tiempos de cambio. Lo haré, pero sólo si respondes correctamente a la siguiente pregunta. Imagina que eres un mago, y puedes realizar grandes prodigios con tu poder. ¿Qué harías con él?
-Crear un mundo mejor. Más justo.
-¿Cómo?
-Usaré mi poder para luchar contra las injusticias, no deshaciéndolas, sino convirtiéndolas en imposibles. Si en verdad el mago conoce las leyes del mundo, y las usa en su favor, entonces como mago retornaré el favor creando justicia.
-Vaya, buena respuesta -dijo el elfo, con una mueca que podría ser un atisbo de asombro-. ¿Quién te ha enseñado eso?
-Simplemente he sustituido la palabra "fiscal" por la palabra "mago" del juramento que se hacía en la ceremonia de nombramiento en tiempos antiguos, antes de que la Iglesia de Hesperus tuviera el privilegio de nombrarlos, claro.
-Curioso. Muy bien, Johann Holzmann. Acepto convertirme en tu maestro de arcanomía.
-"¿Arcanomía?"
-Significa "nombre antiguo", y es como designamos en tu idioma al arte de alterar la realidad a voluntad. Tu primera lección es que todo tiene un nombre. Puede que algunas cosas se llamen de varias formas, pero cada cosa tiene un nombre auténtico. Y los nombres auténticos son la base del alto élfico, que hoy en día sólo se usa en ceremonias solemnes, en grimorios como el que tienes entre las manos, y para la fabricación de objetos arcanos.
-Comprendo. ¿Cuándo empezamos?
-Mañana por la mañana. A primera hora. Ahora, vete.

Una vez Johann se marchó, un sirviente entró en el patio sin hacer ningún ruido. Hizo una reverencia ante el mago, y éste le dijo que se irguiese.
-No lo pierdas de vista, y sobretodo, no permitas que pierda el libro.
El sirviente hizo una nueva reverencia, y se marchó tan silenciosamente como había llegado.

Johann volvió a su casa, con el libro en su mano. Lo metió en una bolsa de tela, y fue a visitar a Beriadan. El elfo seguía igual que la última vez, si acaso un poco más demacrado, lo cual, teniendo los elfos ya una piel clara por naturaleza, le daba un aspecto de ultratumba. Nunca había pensado que un elfo pudiera tener un aspecto tan cadavérico y demacrado. Decididamente, debía poner fin a aquello.
-Tengo buenas y malas noticias. La buena noticia es que creo que puedo sacarte de aquí. La mala es que debo aprender a leer alto élfico, y eso puede llevar cierto tiempo. No obstante, quizá tú puedas ayudarme.
Johann sacó el libro de la bolsa, y se lo tendió al elfo. Éste lo miró con atención. Luego miró al humano con estupor.
-¿Cómo lo has conseguido? Se supone que no deberías tener un libro como este.
-Salvo que un elfo me lo entregue voluntariamente, ¿no?
Beriadan lo miró de nuevo, con rechazo, pero sin decir nada.
-¿Dónde habla de esa ordalía que dices?
El elfo comenzó a pasar páginas, subvocalizando en su idioma, y pasando el dedo línea a línea. Luego pasaba capítulos enteros, volvía atrás. Johann se armó de paciencia, y esperó, mientras sacaba un cuaderno, un tintero, y su estilográfica. Se sentó en la única silla, y posó el cuaderno sobre sus rodillas. Finalmente, el elfo se detuvo en una página, y dijo simplemente:
-Aquí.
-¿Puedes traducirlo en voz alta?
Beriadan miró con fastidio a Johann.
-Vuestro idioma es bastante limitado para poder comprender todo el significado que aquí se contiene, pero lo intentaré. Seguramente no será más que una vaga sombra del texto original.
-No importan, bastará.
El elfo comenzó a leer, y Johann tomó nota de todo en su cuaderno.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Panopticon III: Una prisión para tu mente


El Panopticon es una prisión para la mente. En un artículo anterior de esta serie, mencioné que en el mundo actual, todos somos prisioneros y carceleros en este nuevo modelo social que es el Panopticon. No obstante, aquellos que creen tener las llaves se empeñan en crear barreras para la mente. Esas barreras actúan como espejos, y nos impiden ver su culpabilidad, al reflejarla sobre nosotros. La reeducación de los prisioneros es tan importante como su cautiverio. No se trata sólo de hacerles saber que están encerrados, si no de hacerles creer que son los responsables de su confinamiento intelectual. En otras palabras, se trata de obligarles a aceptar el Leviatán en aras de evitar el caos. De enseñarles a amar al Gran Hermano.

Esto viene, en parte, a raíz de de la nueva Ley General Audiovisual. De acuerdo con ella, la violencia y los contenidos sexuales se limitan severamente, así como la emisión de concursos de azar. No es que esté en contra de estas medidas. Lo que me parece grave es que necesitemos una ley para regular esas cuestiones. Y lo que temo es que esa ley se aproveche para crear una corriente de pensamiento. Para constreñir la libertad de pensamiento y opinión, mediante la clausura selectiva de programas de televisión "indeseables" para el gobierno.

Sin embargo, no es la única medida política que me lleva a sostener lo dicho en el primer párrafo. El Tratado ACTA, que se ha intentado mantener en secreto por todos los medios posibles, constituye un acuerdo mundial en contra de la falsificación y la piratería. Todo correcto en la superficie. Sin embargo, navegando en el interior del texto, nos encontramos con que pretende la desconexión de los usuarios sospechosos sin intervención judicial. ¿En qué clase de mundo se toman medidas represivas sin juicio ni proceso? Y eso no es lo peor. Una vez más, estamos con un instrumento legislativo que puede ser usado como arma de represión contra la libertad de pensamiento.

Panopticon es una cárcel para tu mente. Ellos pretenden tener la llave, pero lo que no saben es que no hay llave, ni cárcel. La puerta está abierta a la imaginación. Usémosla para derribar a aquellos que pretenden encerrarnos en el Panopticon. Un ejemplo de ello es Tyrannybook, una red social creada por Amnistía Internacional Portugal, con el fin de compartir información sobre aquellos "tiranos" que violan sistemáticamente los derechos humanos. El espíritu de la página (cuyo diseño y funcionamiento es extremadamente parecido a Facebook) es que la información es poder, así que si gente común comparte información cada día, puede llegar a tener un gran poder con el que cambiar el mundo para bien. Por supuesto, me he unido entusiastamente a esta causa. Si quieres añadirme como aliado, aquí está el link a mi perfil. Además, dirijo un grupo dedicado a luchar en favor de la neutralidad de la Red.

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NOTICIAS:
En otro orden de cosas, pronto habrá nuevas entradas sobre la Leyenda del Prisionero, y el esperado retorno (al menos por mí) de El Agente. También habrá nuevos relatos de mis viajes. En concreto, el próximo estará dedicado a Viena. Este fin de semana el destino es Lindau, y posteriormente Begrenz, en Austria. Será la primera vez que atravieso la frontera de un país en barco, así que promete ser un momento emocionante.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Füssen, el hogar de un monarca delirante


Érase una vez un monarca que no amaba su época Aquel hombre, que se creía elegido por Dios para gobernar, soñaba con historias de caballeros y grandes hazañas. Y puesto que era rey, mandó construir un castillo en el que tales hazañas tuvieran lugar... o al menos, en el que fueran recordadas. Ese lugar es Neuschwanstein, el mayor de los tres castillos construidos por Ludwig II de Baviera, último rey de ese país. Difícilmente podría aceptar a alguien que gastaba el dinero de su pueblo en semejantes excentricidades como la construcción de castillos medievales en una época en que los automóviles comenzaban a hacerse populares, y los primeros teléfonos también estaban en funcionamiento. De hecho, sorprende cómo el castillo está dotado de grandes avances de la técnica para el momento: ventanas de aluminio, calefacción e iluminación eléctrica, teléfono en los aposentos del rey... Para luego llegar a la sala del trono, ricamente decorada en oro, con frescos que recuerdan las hazañas de Parsifal, el caballero de la Corte del Rey Arturo. Si se puede describir Neuschwanstein con una palabra, es "ucrónico". Tal y como se podría describir al propio Ludwig II, un hombre que nació fuera de su tiempo.

Ludwig II quería todo a un tiempo. Quería ser un monarca católico medieval, y ser homosexual. Amaba la tecnología y las comodidades de la era moderna, pero se construyo un castillo en una colina, en un lugar casi inaccesible. Su médico y psiquiatra le diagnosticó esquizofrenia paranoide. Sin embargo, como decía el lema de la película de Tony Scott "Enemigo Público", "¿Es paranoia cuando de verdad te persiguen?" Paranoia o no, el monarca y su psiquiatra aparecieron ahogados al día siguiente en el lago Stamberg. ¿Asesinato, homicidio-suicidio de dos amantes, o accidente? Es algo que nunca sabremos, probablemente. Sin embargo, Ludwig era un excelente nadador, y existe registro de que dos hombres acompañaron a ambos "amablemente" hasta el lago. No existe registro de sus identidades.

Un final trágico para un hombre que sufrió durante toda su vida, la cual estuvo llena de contradicciones. Como rey. se esperaba de él que engendrase un heredero, y de hecho, llegó a comprometerse con su prima, aunque acabaría por anular el enlace que postergó varias veces. Ella moriría en un incendio, tras casarse con un duque francés. Ludwig era un ferviente católico, y por ello, su orientación sexual le causó terribles problemas. Aunque luchó contra ella, nunca llegó a casarse, ni a engendrar herederos. Ello lo llevó a aislarse del mundo, y con ello llegaron las sospechas de su locura. Una forma bastante eufemística de retirarlo del tablero de juego de la política alemana, cuando Bismarck soñaba con la unificación de Alemania. Efectivamente, la muerte de Ludwig ayudaría a ello, pero ¿a qué precio?

Con todo, Ludwig fue cuidadoso en rentabilizar todo lo posible la construcción de sus castillos. Aunque su fortuna personal quedó en números rojos, se aseguró de importar lo menos posible, y con ello favorecer la economía de Baviera, comprando materiales y utilizando mano de obra local. Ello demuestra que no era tan inepto para gobernar como se le quería achacar. Sus objetivos en política eran la unión de los alemanes de forma pacífica y progresiva (no a cualquier precio, como Bismarck pretendía). Su sucesor, Otón I, hermano de Ludwig, sí estaba gravemente trastornado, y por ello, si Ludwig II fue un rey nostálgico y atormentado, su hermano fue un rey encerrado en un castillo durante cincuenta años. Hasta que murió, y la corona pasó a su primo, Luis III, quien sí se casó y consumó su matrimonio... ¡13 veces! Sin embargo, ni siquiera eso salvó la corona bávara. La Revolución Espartaquista puso fin a la monarquía e instauró la república, tras casi cien años de monarcas con graves problemas personales.

Sé que no he hablado mucho del viaje en sí mismo, pero realmente, no hay mucho que contar. Pasé un tiempo estupendo con unos amigos, y estaba todo nevado, a pesar de ser abril. El puente de Marienbrucke estaba peligrosamente resbaladizo con hielo, pero las fotos (entre ellas la que publico con esta entrada) merecieron la pena. Comimos en un restaurante del complejo turístico que hay en el valle, y por la tarde visitamos el exterior de Hohenschwanngau, castillo construido por Maximiliano II, el padre de Ludwig II. Allí pasó éste su infancia, y lo cierto es que uno comprende hasta cierto punto la forma de ver el mundo del joven Ludwig. El resto de la tarde pasó visitando el pueblo de Füssen, que sin ser de los más bellos de Baviera, merece la pena visitar.