miércoles, 30 de septiembre de 2015

Kant versus Hitler

Uno de los principales desafíos del siglo XXI es el de las migraciones masivas a consecuencia de los problemas asociados al cambio climático. En este momento, el principal es la Guerra de Siria contra Estado Islámico, pero ni es el primero ni será el último conflicto relacionado con el cambio climático. A la hora de definir una pauta de actuación, las opciones son limitadas: podemos optar por seguir a Kant o dar la razón a Hitler.

En la mayor parte de códigos penales del mundo, dejar a una víctima de un accidente de tráfico desamparada constituye un acto delictivo. Ocurre lo mismo cuando una persona observa un hecho delictivo y no actúa para avisar a la Policía, ayudar a la víctima y, en la medida de sus posibilidades, enfrentar al agresor. Este deber, conocido como el deber de socorro, es producto de la filosofía kantiana según la cual existen pautas de conducta moral que son transversales a toda cultura y por tanto constituyen "imperativos categóricos", conductas que son objetivamente morales. Esta filosofía llegó a los liberales franceses, que plasmaron en la Carta de Derechos del Hombre y del Ciudadano tras la Revolución Francesa. Para ellos, el auxilio mutuo constituia algo tan fundamental entre los ciudadanos de la República, que lo plasmaron como uno de los tres pilares de la misma, la fraternité. Más tarde, cuando Napoleón toma el poder y proclama el Imperio, decide dar un paso más e incluye el deber de socorro dentro de su Código Penal, que será trasladado a todas las provincias del Imperio. Aunque Napoleón fuera derrotado, las leyes que creó en muchos casos permanecieron. A día de hoy, esta figura penal continúa existiendo no sólo en los países conquistados por el general francés, sino también en aquellos que posteriormente esos países dominaron durante la Era Imperial de la segunda mitad del siglo XIX. 

Siguiendo esta filosofía y ampliándola a un plano internacional, es deber de los Estados auxiliar a los emigrantes de los países en situación de conflicto. Constituye un imperativo ético que no tiene excusa alguna, como el potencial peligro que pueda existir de mano de una presunta amenaza terrorista. De hecho, si la llegada de emigrantes con pasaportes falsos constituye un desafío a las potencias occidentales, que destinan un creciente presupuesto a combatir el terrorismo aún cuando las bolsas de pobreza se hacen cada vez mayores en sus propios países (alimentando de paso el crecimiento de amenazas terroristas para ellos); entonces me temo que tenemos un grave problema de mal uso de esos fondos.

Sea cual fuere el caso, examinemos cuál sería la opción contraria. Bajo el pretexto de mantener una "Europa para los europeos", se estaría de facto validando la concepción hitleriana del Estado. De acuerdo con el pensamiento de Hitler, las sociedades necesitan un lebensraum, un espacio vital. Conseguir ese espacio vital de cualquier forma es la principal meta para la supervivencia de las naciones, por lo que es corrrecto desde su punto de vista que naciones superiores exterminen a naciones inferiores con ese fin. Es cierto que a día de hoy, tal noción está superada por la green revolution que tuvo lugar en los años ciencuenta y sesenta que ha provocado de hecho, un exceso de producción de recursos, tal y como inteligentemente sostiene el historiador Timothy Snyder en este ensayo

De acuerdo con Snyder, el "mundo de Hitler" podría no estar tan lejos como pensamos. En primer lugar, porque la producción de alimentos está llegando a su pico, principalmente debido a que los países más ricos consumen una proporción nunca vista de recursos dejando sin casi nada a los países más pobres. En segundo lugar, porque el cambio climático puede llegar a producir con mayor frecuencia desastres naturales que conduzcan a conflictos en los países exportadores de alimentos. Este es el caso de Siria, que debido a la sequía se ha encontrado con una crisis migratoria interna que ha terminado, conjugada con otros factores, en la guerra entre el régimen oficialista y el secesionista Estado Islámico. En ese contexto, es posible que los europeos opten, una vez más, por cerrar sus puertas a los emigrantes para proteger su lebensraum. De hecho, sin ir más lejos, en España se ha popularizado la concepción de que no es posible acoger a esos emigrantes porque el Estado debe atender "primero a los españoles". Tal concepción supone, tal y como los nazis concibieron, clasificar al mundo en dos estratos nacionales o raciales, de los cuales uno tiene un derecho sobre el otro. 

Esperemos, no obstante, que triunfe la lógica kantiana. Si no es así, estamos condenados a repetir los mismos errores que el régimen nazi cometió en el siglo XX.

domingo, 20 de septiembre de 2015

¿Y si Marx tenía razón?: la rehabilitación de Marx por Piketty






En 1867, Karl Marx publicó su obra Das Kapital, ("El Capital"), en la cual expone los resultados de la investigación que llevó a cabo entre 1861 y 1863 acerca del funcionamiento práctico del capitalismo. En ese libro, la conclusión fundamental a la que llegó Marx y que fundamentó la doctrina económica que lleva su nombre es que el capital tiende a acumularse en cada vez menos personas promoviendo un monopolio global. Esto produce una creciente desigualdad entre la clase obrera y la clase "burguesa". Para evitar que este monopolio global llegue a realizarse, los obreros deben conseguir movilizarse para hacer que los medios de producción se coloquen en manos del Estado de forma que los réditos del capital sean redistribuidos de forma solidaria.

Un siglo y medio después, Thomas Piketty recoge este predicamento y plantea en la introducción de su libro, bautizado en honor de la obra de Marx: ¿y si Marx tenía razón? Para responder a esa pregunta, Piketty se propone hacer una investigación similar a la de Marx, pero contando con todos los instrumentos de análisis que cuenta la economía en el momento presente, y con todos los datos acerca del funcionamiento del capitalismo que contamos en los últimos doscientos años.

El resultado de ello es una obra en la que Piketty repasa la historia económica del capitalismo, ofreciendo un marco teórico en cuanto al funcionamiento del mismo. En el libro, Piketty analiza las mecánicas de la acumulación del capital y el efecto que ha tenido en crear una mayor desigualdad, llegando a la conclusión de que aunque la investigación de Marx deja bastante que desear desde el punto de vista científico moderno, la conclusión a la que llegó es correcta: el capital tiende a acumularse en cada vez menos manos y eso acentúa la desigualdad a lo largo del tiempo. No sólo eso, sino que es posible determinar de forma científica cuándo el nivel de desigualdad llega a niveles en los cuales la población está dispuesta a tomar por la fuerza los medios de producción.

De esa forma, el paso siguiente en la obra de Piketty es analizar el contexto económico mundial de la desigualdad en el presente, y dar una serie de propuestas con el fin de reducir la tasa de desigualdad debido a que en la actualidad, en determinadas regiones del mundo, está alcanzando máximos históricos. El fin es evitar precisamente la realización de la profecía de Marx y dar al capitalismo la posibilidad de sobrevivir a lo que parece un destino fatal. Para ser más concreto, de acuerdo con Piketty, si la economía del mundo sigue funcionando de la misma forma creciendo en torno a un 1,5% anual, a mediados del siglo XXI EEUU se convertirá en la nación más desigual del mundo en toda su historia. Piketty advierte que este escenario es sin embargo poco probable, dando datos que le permiten estimar un crecimiento global más moderado de la economía en los próximos años, en torno a un 1%, que es similar al crecimiento económico del siglo XX si eliminamos el efecto destructivo de las dos guerras mundiales.

No obstante, Piketty defiende que incluso en un escenario de crecimiento reducido de un 0,5% (similar al del siglo XIX), el mundo debería tomar cuanto antes medidas para reducir la creciente desigualdad pues a medida que esta se incrementa, también lo hace el riesgo de conflictos armados que conduzcan a la destrucción masiva de capital como ocurrió con las guerras mundiales. Esto lleva a una lectura aparte de la obra, que me parece particularmente descorazonadora pero singularmente reveladora. Si uno cree los postulados de Piketty, lo que más ha contribuido a reducir la desigualdad en el siglo XX no ha sido el movimiento obrero, ni las luchas sindicales, ni siquiera el alzamiento de un bloque soviético que defendiera una economía planificada por el Estado. Han sido las dos guerras mundiales que, al afectar principalmente a la destrucción de los medios de producción de los países en conflicto, ha producido una mayor reducción de la desigualdad ya que la renta de la capa más alta de la sociedad se basaba en los réditos producidos por dichos medios. No deja de ser irónico que quienes más hayan contribuido a la realización del sueño marxista hayan sido sus mayores enemigos históricos. 

No es de extrañar, por tanto, que EEUU haya reconvertido la destrucción de países en un negocio: primero destruye los medios de producción de Estados ajenos; y una vez derrotados y con una elite favorable en el poder, en segundo lugar exportar a esos países los medios de producción necesarios para retomar su actividad económica normal. Stalin también se percató de ello y por eso no es de extrañar que su modelo de revolución marxista triunfara sobre la visión de Trotsky de consumar la transición interna de la URSS de una "dictadura del proletariado" a una sociedad comunista. Stalin era consciente que llevando la revolución a un nivel global podría efectivamente asegurar que la URSS se convirtiera en líder indiscutible del bloque soviético.

Por si alguien en este punto llegara a la conclusión de que entonces Piketty defiende implícitamente el uso de la fuerza para alcanzar una menor desigualdad, se equivoca. En primer lugar, porque en la actualidad, la élite del 1% y en especial del 0,1% más rico se ha desvinculado completamente del dominio de activos de capital físicos como forma de aumentar su capital en el tiempo. Esta élite mantiene su riqueza en forma de activos financieros cuyo crecimiento está en gran medida desvinculado de las fábricas, las máquinas o la tierra, como ocurría en el siglo XX. El aumento de su riqueza, de acuerdo con Piketty, se debe a dos componentes fundamentales: en primer lugar, debido a la modelo de financiación de los Estados; y en segundo lugar, al modelo de fiscalidad internacional.

En el caso del primer componente, los Estados financian sus operaciones fundamentalmente mediante la deuda. Si un Estado quiere poner en marcha un proyecto, lo normal es que pida prestado dinero para ponerlo en marcha. Los bancos centrales crean ese dinero de la nada, y se lo dan al Estado a cambio de títulos de deuda. Posteriormente, el banco central vende esos títulos a los bancos cuando estos necesitan financiación. En el último eslabón de la cadena, los bancos venden esos títulos de deuda a particulares, los cuales obtienen una rentabilidad fija por su posesión. De esa forma, indirectamente, son los particulares quienes están financiando a los Estados y ejercen el poder de que estos puedan operar con normalidad. Al existir un mercado secundario de deuda entre particulares, la deuda de los Estados puede crecer o disminuir en valor, de forma que si se corre un rumor de que un Estado no puede hacer frente a los vencimientos de los intereses sobre su deuda, puede encontrarse en graves problemas. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, a Grecia, Portugal, Irlanda y en menor medida, a España, durante la crisis financiera de 2007.

Respecto del segundo componente, uno podría suponer que gracias a los impuestos sobre la renta, los Estados pueden controlar que los particulares no se "hagan demasiado ricos a su cuenta", exigiendo retornos de las ganancias por proporcionar a sus ciudadanos todos los servicios que proporciona un Estado: fundamentalmente, proteger la vida de los mismos y fomentar la libertad de perseguir la consecución de la felicidad y cualesquiera otras metas que puedan tener. Sin embargo, la fiscalidad internacional presenta graves asimetrías y agujeros legales: es extremadamente fácil para una persona con un capital elevado "esconderlo" en aquellos Estados con secreto bancario e impuestos bajos. Si un Estado quiere atraer ese capital oculto en los llamados "paraísos fiscales", se ve obligado a hacer numerosas concesiones a los tenedores de capital, que no puede ofrecer a los ciudadanos de rentas más bajas ya que eso pondría en jaque la viabilidad del Estado en sí. En resumen, se asegura la protección legal de desigualdad.

¿Cómo entonces podemos devolver el río a su curso natural, o mantenerlo en su cauce sin que se desborde? Piketty propone que para evitar que el capitalismo continúe aumentando la desigualdad entre personas, se deben acometer dos clases de acciones interrelacionadas. En primer lugar, se debe actuar para terminar con el secreto bancario y fiscal. Si los Estados pueden tener acceso a la información bancaria y fiscal de las empresas e individuos más acaudalados, puede asegurarse que no se produzcan fugas de capitales o minimizar éstas en la medida de lo posible. Esto de por sí ya tendrá como efecto un aumento de la recaudación impositiva de los Estados, con lo que dispondrán de recursos adicionales que dedicar al fomento de la redistribución de la renta. 

La segunda acción, y la que más polémica ha desatado, es la de crear un impuesto progresivo sobre la riqueza de hasta un 80% de la renta. Esta clase de impuesto, que se recaudaría una única vez al producirse la adquisición del capital tendría un doble objetivo. Por un parte, desincentivar la movilidad del capital de los individuos a opacos fondos de inversiones. Por otra parte, y esto es lo más importante, asegurar la interrupción del proceso de acumulación de capital de los individuos a sus herederos legales. De nuevo, esto generará recursos adicionales para el Estado, pero el objetivo fundamental de esta medida es incentivar un cambio en la mentalidad de aquellas personas que pertenecen al 1% más rico. Si al fallecer o de alguna forma transmitir a otra persona o entidad gran parte del capital queda en manos del Estado, eso facilitará que ese capital no se acumule sino que se invierta en la medida de lo posible. 

Para finalizar, me gustaría señalar que, aunque el volumen sea un tratado de economía riguroso, es ciertamente accesible al lector no experto, gracias a la forma incremental en que está construido. Además, la lectura queda amenizada en gran medida gracias a la variedad de ejemplos que Piketty extrae de las novelas de la Belle Epòque y la Época Victoriana, que también sirven de fuente de información para analizar las condiciones económicas del tiempo en el que éstas se desarrollan. Más allá de compartir o no los postulados de Marx, creo que el libro merece la pena su lectura en la medida de que a menudo la caída del bloque soviético ha provocado que el comunismo y todo lo asociado al mismo se haya desechado. No obstante, esta rehabilitación de la teoría económica marxista constituye sin duda una advertencia de lo que puede ocurrir precisamente si continuamos ignorando la creciente desigualdad en el mundo.

jueves, 10 de septiembre de 2015

El Imperio de la Mente: la importancia del mensajero de Western Union a Google.



En un reciente artículo de Robert Epstein en Politico, el politólogo trata cómo los buscadores de información (y por buscadores se concreta Google en el propio título) pueden influenciar en los votantes en unas elecciones. De acuerdo con su estudio, un 25% de los procesos electorales del mundo están siendo decididos por el filtrado de la información que Google somete a su buscador. Esta cifra no es para nada baladí. La pregunta que se formula Epstein es: ¿hasta qué punto Google actúa de forma ciega en este proceso? ¿Es posible que los directivos de Google sean conscientes de su influencia y activamente modifiquen los resultados de las búsquedas para beneficiar la elección de aquellos candidatos que contribuyan al éxito de la compañía?

Esta pregunta no es meramente especulativa, sino que cuenta con precedentes históricos. En su artículo, Epstein recupera un hecho histórico en el cual las acciones de una empresa con carácter monopolista en cuanto al manejo de información activamente contribuyó a decidir de forma no democrática (o parademocrática, a lo sumo) unas elecciones. Se trata del papel de Western Union en las elecciones estadounidenses de 1876. Esta empresa contaba con un monopolio en cuanto a la comunicación y se aseguró que en dichas elecciones sólo se publicaran noticias positivas sobre el candidato republicano Rutherford B. Hayes. Incluso de esta forma, Hayes perdió el voto popular, pero finalmente alcanzaría la presidencia mediante la impugnación de veinte colegios electorales, que le fueron otorgados a cambio de retirar la presencia militar de los estados sureños en lo que se conoció como el Compromiso de 1877. 

Sin embargo, no es el único caso en el cual una empresa con un monopolio en las comunicaciones influyó de forma fundamental en unas elecciones. En 1913, Woodrow J. Wilson fue elegido gracias a su campaña en contra de los monopolios. Su principal acción fue contra AT&T. No obstante, debido al llamado Compromiso Kingsbury, no sería hasta 1956 que AT&T sería limitada en cuanto a los negocios que podía establecer, y obligada a ceder patentes a sus competidores por un precio razonable. En los cuarenta y tres años de ínterim, AT&T se convirtió en un valioso activo al servicio del Departamento de Defensa, el cual durante ambas Guerras Mundiales detuvo las acciones contra la compañía debido a "motivos de seguridad nacional". Esto es debido a que en 1918 AT&T comenzó a proveer a la Marina estadounidense con infraestructura radiotelefónica que sería clave durante las guerras mundiales. Es altamente probable que en su famoso último discurso, Dwight D. Eisenhower se refiriera a casos como este al hacer mención al peligro del "complejo industrial-militar".

Más cerca del presente pueden hablarse de casos como el de Televisa en México, o el de los hermanos Koch, dos oligarcas del petróleo cuya influencia en las campañas electorales puso de relevancia la serie norteamericana The Newsroom. En Europa también se ha dado una fuerte influencia de los comunicadores en las elecciones. Las redes sociales han crecido en influencia en los últimos años. En este artículo se habla de ello analizando las elecciones de Reino Unido en 2015. Esto nos devuelve al presente y a Google. De acuerdo con Jonathan Bright, un investigador de la Universidad de Oxford consultado sobre el tema por Wired, "no es posible tener un motor de búsqueda neutral".

La clave de este asunto la puede tener Julian Assange, el fundador y cara visible de WikiLeaks. En su libro When Google Met Wikileaks, Julian Assange describe la relación entre Google y el Departamento de Estado ahora encabezado por la candidata a las elecciones de los EEUU, Hillary Clinton en este extracto del libro publicado por WikiLeaks. En gran medida, la división Google Ideas de la compañía se ha convertido en un importante actor de la back-door diplomacy, la diplomacia no oficial. El titulo de esta entrada, El Imperio de la Mente, fue el nombre del borrador del libro "The New Digital Age: Reshaping the Future of People, Nations and Business" que Eric Schmidt, CEO de Google, publicó más adelante para explicar la influencia de Silicon Valley en la política norteamericana. Sin embargo, en palabras de Assange, el libro es "una canción de amor hacia Washington". De forma similar a la que Kingsbury al cargo de AT&T convenció al Presidente Woodrow Wilson del valor estratégico de su monopolio, Eric Schmidt ha hecho lo propio con este libro con Barack Obama. El resultado no ha sido menos casual: Google ha colaborado de forma intensa en los programas estadounidenses de espionaje, tanto interno como externo. Puede que lo haya hecho de forma altruista, y eso es todavía más peligroso, tal y como señala el autor.

Assange concluye el capítulo liberado al público con la siguiente frase (la traducción es mía): "Un imperio para que no seas malvado es todavía un imperio". Por todo esto, es bastante dudosa la inocencia que pueda tener Google en cuanto a su influencia política en el mundo.