martes, 26 de enero de 2010

Tiene usted derecho a pagar



Por petición de un amigo, hoy voy a hablar sobre el espinoso tema de la nueva ley de propiedad intelectual. De acuerdo con la última reforma en proyecto, ahora será posible el cierre de las webs que no paguen los consabidos derechos de propiedad intelectual. Podéis leer más sobre el tema aquí. Y es este un terreno que podríamos denominar de "campo minado". ¿Por qué? En primer lugar, existe un grave problema a la hora de determinar el deecho aplicable. Una web creada por un coreano, cuyo host está en Argentina, pero que vende productos a España, ¿por qué ley se rige? De acuerdo con la nueva ley, las autoridades españolas podrían cerrarla. ¿Cuando las autoridades españoles se han convertido en jueces del mundo entero? No en vano, más de un jurista extranjero de prestigio (como por ejemplo, Ferrajoli) ha calificado nuestro ordenamiento jurídico de "prepotente" e incluso de "imperialista".

No obstante, el problema aquí reside en un plano más profundo que una ley exageradamente intervencionista. Estamos ante un conflicto de derechos. Por una parte, el derecho a la libre expresión. Por otra parte, el derecho a explotar económicamente la propiedad intelectual. La cuestión es: ¿cuál debe primar, en caso de conflicto? Habrá que recurrir al sistema de fuentes. De acuerdo con la teoría de fuentes de Kelsen, en primer lugar va la constitución, luego las leyes especiales, y luego las leyes generales. En nuestro ordenamiento, el derecho a la libre expresión está regulado en el art. 20.1.a de nuestra Consitución, en el Capítulo de Derechos Fundamentales. El derecho de propiedad intelectual se meniona por primera vez en el Código Civil, en su art. 429, que, tras la última reforma, remite a la Ley de Propiedad Intelectual. Por lo tanto, está claro qué es más fuerte: el derecho a la libre expresión prima sobre el derecho de propiedad intelectual. Por lo tanto, cualquier ley que pretenda el cierre de páginas web a consecuencia del no abono de los derechos de propiedad intelectual es anticonstitucional, por vulnerar el sistema de fuentes, que nuestra Constitución establece para todo el ordenamiento jurídico español.

Sin embargo, no es ésta la única transgresión de un derecho fundamental en el proyecto de la nueva Ley de Economía Sostenible (tiene narices el nombre, pero no vamos a criticar eso). Estableciendo un procedimiento administrativo como único requisito para el cierre de paginas web, se está vulnerando también el derecho a la tutela judicial efectiva, que contiene el art. 24 de la Constitución. Resulta paradójico que, para algunas cosas pretenda el legislador que Internet es un espacio que pretende gobernar, y para otros aspectos, se aproveche de su falta de legislación. Sin embargo, no deberíamos quedarnos callados. Por cada web cerrada sin juicio justo, debería corresponderle un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional.

La cuestión es: ¿qué opinan los jueces al respecto? Pues que tendrán "una importante carga de trabajo". Y es que además, el gobierno pretende incrementar la ya saturada carga de trabajo de los órganos judiciales mediante un procedimiento que no sólo no respeta las garantías constitucionales, sin garantizar siquiera las medidas necesarias para que los jueces puedan asumir las nuevas competencias que se les atribuyen. El resultado de ello, por supuesto, lo pagarán los ciudadanos mediante un incremento de la inseguridad jurídica.

lunes, 25 de enero de 2010

El Agente: Archivo #023 - Un día de perros



Clive Thomson guardó su paraguas, se metió en una cabina, sacó su bloc de notas, y levantó el teléfono, para marcar el número de su cliente. Hacía un día de perros. A Clive no le molestaba la lluvia, pero fumar resultaba complicado cuando llueve, y no fumar le ponía de pésimo humor. Esperó. Debía dejar el tabaco. "Cuando termine este caso, -se decía siempre-, me tomaré unos días, y entonces lo dejaré". Pero siempre venían las facturas, y siempre debía empezar con otro caso. El teléfono siguió sonando. "Bueno, tal vez esta vez tenga suerte y pueda al menos ver algo de mundo, aunque sea por cuestiones de trabajo". Se oyó cómo el teléfono se levantaba. Una voz grave, artificialmente deformada por algna clase de filtro computerizado, surgió del otro lado de la línea.
-Buenos días, señor Thomson.
-¿Cómo puede saber qué soy yo?
-Lo sabemos todo sobre usted, señor Thomson. Dígame, ¿por qué me ha llamado? Tengo una reunión en cinco minutos.
-Bien, entonces seré breve. He podido rastrear a la asesina hasta Berna. Sin embargo, no podré seguir i investigación salvo que me desplace hasta allí.
-Muy bien, pues hágalo.
-Se lo sumaré al importe de las dietas. Se lo aviso.
-El dinero no tiene importancia, señor Thomson. Haga lo que sea necesario. Vaya tan lejos como necesite. Pero tráigame a mi hija de vuelta.
El extraño colgó el teléfono.

-No me dijo que la persona que estoy buscando es su hija. -Dijo Clive a la línea muerta.
Colgó, con mal humor. Odiaba cuando los clientes le ocultaban información. Sacó su tabaco, y se encendió un cigarrillo. Salió de la cabina, y sacó su paraguas. Un hombre de edad avanzada le increpó mientras se metía en la cabina, y protestaba por el humo. Lo ignoró. Se dirigió a su cafetería favorita, y pidió un capuccino. El camarero lo saludó, y dijo algo sobre el tiempo.
-Un día de perros, ¿verdad?
-Lo peor no es que haga mal tiempo, es que el tiempo corre, y no sabemos cuánto nos queda para que la carrera termine.
-Tanto como usted se proponga. Al fin y al cabo, la tortuga venció a Hércules, ¿no es verdad? -dijo el camarero, con una sonrisa que parecía forzada.
-Tiene usted toda la razón.

Clive se relajó y decidió que mañana tomaría un vuelo a Suiza. Hoy, sin embargo, era un buen día para descansar, y reflexionar. Cada respuesta que se encontraba, daba lugar a nuevas preguntas. Había algo en todo aquello, que no olía bien. ¿Qué podía haber hecho su cliente, como para que su hija matara a sangre fría para no verlo de nuevo?

miércoles, 13 de enero de 2010

All work and no play makes Jack a dull boy




Estos días tengo bastante trabajo, así que al menos hasta el fin de semana no habrá nuevas entradas. Ya estoy preparando un nuevo capítulo de El Agente, y algún artículo nuevo.

¡Hasta pronto! ;)

lunes, 11 de enero de 2010

El Agente: Archivo #022 - Un mundo diferente



En aquellos días, Kevin tenía pocas ocupaciones. Les habían cedido un apartamento para vivir, y aunque pequeño, era suficiente para ambos. Kevin no estaba seguro de si le gustaba o no la idea de vivir con Gillian, pero en cualquier caso, Sentinel no había mostrado otra alternativa. En cualquier caso, Gillian pasaba casi todo el día en su entrenamiento como "sintonizadora", así que apenas la veía. Como resultado, Kevin se sentía muy solo: abandonado en un mundo extraño, diferente.

John le había sugerido que visitase la biblioteca de Nuevo Manhattan, y se pusiera "al día" con la historia de Sentinel y de aquél mundo. Kevin visitó la biblioteca, y aunque hojeó algunos libros de historia, pronto encontró otro pasatiempo: comentar con Caitlin, la bibliotecaria, las diferencias entre los libros de ambos mundos. Entre susurros y tazas de café, ambos pasaban horas cuchicheando sobre el argumento de tal o cual libro. A veces, Kevin se encontraba con que algunos autores que eran clásicos de su mundo, aquí apenas eran conocidos, mientras que otros de los que nunca había oído hablar, eran verdaderos ídolos.

Caitlin era mayor que Kevin, tendría unos treinta años, era pelirroja, y tenía vivos ojos verdes. Vestía de corte bastante clásico, pero ella dijo que era porque últimamente era complicado encontrar unos buenos vaqueros. Los soviéticos, con su embargo, habían hecho que su precio se pusiera por las nubes. A menudo, escaseaban algunos bienes. Un mes eran los vaqueros, al siguiente las zapatillas deportivas. El siguiente quizá fuera el chocolate, o la cerveza. Nada que pudiera poner en peligro su superviviencia, pero que perjudicaba la moral de los habitantes de la pequeña ciudad-estado isleña.

A veces, claro, Caitlin tenía trabajo que hacer, y entonces Kevin lo aprovechaba leyendo, o buscando algún libro para comentar. Fue en uno de esos paseos, que se dio cuenta de que la biblioteca realmente tenía importantes carencias. Más tarde, cuando Caitlin se deslizó silenciosamente como una gata por entre las estanterías, hasta donde él estaba, y le tocó suavemente en el hombro, cuando se le ocurrió que quizá podía hacer algo para ayudar. Se lo comentó. "Quizá puedas hacer algo", dijo ella en un susurro. Con una sonrisa zalamera, se lo llevó hacia el almacén de la mano. "Esto se pone interesante", pensó Kevin, cuando ella, con la misma sonrisa, le dijo que lo esperara allí unos instantes.

Por lo que había entendido, los habitantes de Nuevo Manhattan (y de los otros Estados americanos, en general) habían desarrollado cierto temor al exterior. Por ello, sólo unos pocos se atrevían a visitar las ruinas de la "Vieja Nueva York", en busca de artículos de utilidad, que aún podían encontrarse, si uno buscaba lo suficiente. Había oído que existían equipos de "recolectores" que se aventuraban al exterior, para buscar toda clase de cosas, que luego vendían en los mercadillos de la ciudad subterránea. Kevin pensó que, con su conocimiento de la ciudad en la que había vivido en los últimos meses, tal vez podría encontrar libros para la biblioteca. Al fin y al cabo, no sabía cuánto tiempo iban a pasar allí, y Kevin se sentía mal pidiendo dinero a John. Sabía que Sentinel cubría sus gastos, pero no le permitían lujos, tampoco. Algo de dinero extra no le vendría mal, pero en realidad, lo que buscaba era una excusa para poder salir al exterior, aunque también para pasar más tiempo con Caitlin.

Caitlin volvió con un individuo joven, moreno, vestido con vaqueros viejos, zapatillas de deporte gastadas, y una cazadora universitaria que perfectamente podría haber sido de su padre. El joven se presentó, con acento hindú, como Hiresh. Caitlin le explicó que Kevin quería convertirse en recolector.
-Se encargará de traer nuevos libros para la biblioteca, ¿no es genial?
-Claro -dijo el joven sonriendo-. Bueno, ¿y por qué se supone que debería llevarte conmigo al exterior?
-Conozco Nueva York como la palma de mi mano. Estuve seis meses viviendo en ella.
Hiresh lo miró confuso.
-¿Seis meses?¿En el exterior?¿Y no te capturaron las patrullas?
-Kevin procede de otra... Tierra. Una recién descubierta. La llaman Tierra-América.
-¿Un mundo dominado por los americanos? Eso sí que es algo digno de oír. Bueno, Kevin, encantado de conocerte. Supongo que la Nueva York de tu mundo y la del nuestro no serán tan diferentes, así que imagino que no te perderás en ella. Estaré encantado de que me acompañes, y me cuentes más cosas de tu mundo. Nos veremos mañana, en la parada de metro de Liberation Avenue,a las nueve. ¡No faltes!

Dicho eso, Hiresh se volvió y se despidió de Caitlin con un rápido beso en los labios. Kevin sintió como si las pesadas estanterías de la biblioteca se hubieran derrumbado encima suyo. Caitlin lo miró con una sonrisa, y le preguntó:
-¿Te apetece una taza de café? Estoy deseando que me cuentes como termina en tu mundo "El guardián entre el centeno". ¿Lo conoces, verdad?