viernes, 25 de marzo de 2011

El mundo que no fue (I): Torres Quevedo y el control remoto






Leonardo Torres Quevedo fue un ingeniero revolucionario. Durante su carrera llevó a cabo numerosas patentes. Algunas de ellas resultaron ser más prácticas que innovadoras, como el funicular transportado por cables. No obstante, realizó varias invenciones muy por delante de su tiempo. Se interesó por el incipiente campo de la electricidad, y por las "máquinas algébricas", las primeras calculadoras creadas por Charles Babbage tan sólo unos años antes. Realizó una cooperación notable con González Braña en la construcción de su cinematógrafo, colaboró también en la invención de la primera máquina de rayos X y también trabajó con Ramón y Cajal en el micrótomo, precedente de nuestros actuales microscopios. Hacia el final de su vida inventaría también el primer autómata ajedrecista. Sin embargo, su invención magistral, y que fue condenada al fracaso fue la que vemos en la imagen: el telekino.

El telekino era un invento que, de acuerdo con Torres Quevedo, iba a revolucionar el mundo. Así podría haber sido, de haber tenido mayor aceptación. Su presentación fue llevada a cabo en el Club Marítimo del Abra en Bilbao. Allí se encontraba el rey Alfonso XIII, que también iba a inaugurar ese días las regatas que organizaba el Real Sporting Club. Torres Quevedo, que había recibido formación como ingeniero militar, no quería desperdiciar la ocasión de poder demostrar no sólo a los inversores potenciales del Club Marítimo sino al Jefe del Estado y Comandante en Jefe de las fuerzas armadas un invento que bien podría devolver a España su antigua gloria militar.

El telekino ya había sido presentado tres años antes, en París. Torres Quevedo invirtió una pequeña fortuna en patentarlo en España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Sabía que las grandes potencias de la época se pelearían por tener ventaja en su aplicación. España era una de ellas, aunque venida muy a menos desde el desastre de Cuba, pero en el fondo Quevedo, que había luchado contra los carlistas, era un patriota que prefería vender su invento a una empobrecida España que al boyante enemigo yanqui.

El telekino era, ni más ni menos, que el primer aparato de radiodirección del mundo. Es decir, que a través de un mando situado a una distancia conveniente, era capaz de enviar instrucciones mediante señales de radio, que el aparato receptor podía interpretar y obedecer. Así, Torres Quevedo mandó instalar el telekino en una barca, para maniobrarla convenientemente desde el palco. En la foto vemos a Torres Quevedo dando instrucciones a un par de ayudantes para colocarla en la barca que solía utilizar para sus pruebas. Esta foto es de la demostración que realizó el 6 de septiembre de 1906 ante las autoridades y el rey.

La prensa fue muy entusiasta con el invento. El Porvenir Vasco, ese día, decía lo siguiente:

"El Telekino": A cosa de las nueve, en el Abra el notable ingeniero señor Torres Quevedo, inventor del "Telekino" ha realizado algunas pruebas con su maravilloso aparato, confirmando una vez más el mérito de su invento. Las pruebas, que han sido presenciadas por el señor Urquijo (Presidente de la Diputación) y buen número de distinguidas personas desde el precioso yate "Lilí", así como por otras muchas desde el "Elcano", el "Yaf" y muchos botes han constituido un nuevo triunfo para el ilustre bilbaíno. Ha recibido el señor Torres Quevedo muchas felicitaciones por el éxito que alcanza con su aparato tantas veces como realiza experimentos.

Otro periódico, el Noticiero Bilbaíno, se hacía eco de la noticia al día siguiente, ya con más brevedad y menos bombo y platillo:

En las Arenas y frente al Club Marítimo del Abra, hubo también por la mañana mucha animación, pues desde la terraza de aquella Sociedad hizo maniobras con notable precisión en un bote que se hallaba en el abra, por medio del telekino de su invención, el ilustre ingeniero señor Torres Quevedo

Lamentablemente, la recepción que tuvo Torres Quevedo fue, como mínimo, fría. El rey dijo que era un juguete interesante, pero sin utilidad práctica. Ante esas palabras, ningún empresario o miembro de las autoridades se atrevió a defender a Torres Quevedo. El rey no se percataba de lo útil que podrían ser un país disponer de batiscafos sumergibles que funcionen por control remoto (como los que usamos hoy en día para investigar el fondo marino), o no digamos ya trenes, barcos o incluso aviones que funcionen sin tripulantes. Esta idea está siendo explorada a día de hoy. Los primeros medios en ser operados de forma automatizada, un paso más en la idea de Torres Quevedo, fueron los trenes.

Torres Quevedo siguió investigando, entrando en un terreno mucho más peligroso. Tomando en parte la idea que pocos años antes había plasmado Julio Verne en su obra "Ante la Bandera", Torres Quevedo se dispuso a convertir el telekino en un arma de destrucción masiva. Se dispuso a dirigir a través del telekino proyectiles explosivos y torpedos. Sin embargo, nadie quiso financiar el proyecto. Por esa razón abandonó la idea. Cerca de cuarenta años después, Alemania aterrorizaba Inglaterra mediante el uso de las bombas volantes V1 y V2, lo cual era la plasmación exacta de la idea que Torres Quevedo había concebido hacia el final de su proyecto. Tendrían que pasar cuarenta años más para el desarrollo de los primeros aviones no tripulados por parte del ejército israelí. La actual guerra en Libia ha sido el escenario donde se han utilizado por primera vez aviones no tripulados en misiones de combate. Habría que esperar hasta el siglo XXI para ver el primer submarino no tripulado, el Glidder.

El telekino ha sido reconocido en 2006 como "Milestone" de la tecnología moderna por el IEEE. Todavía puede encontrarse un prototipo de telekino en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid. Torres Quevedo, a pesar del fracaso de su telekino, tuvo amplio reconocimiento en España y en el extranjero. Fue propuesto como Ministro de Fomento por el Marqués de Alhucemas en 1918, aunque rechazó. Ocupó diversos puestos como el de miembro de la Real Academia Española, de asociado de la Academia de Ciencias de París y presidente de la Sociedad Matemática Española. Actualmente, el Ministerio de Ciencia e Innovación ha puesto su nombre a un programa de ayuda a la contratación de científicos.

viernes, 18 de marzo de 2011

El Agente: Archivo #027 - El Regreso



Kevin se percató entonces de lo que significaba aquéllo en lo que había estado pensando. Si en aquél lugar estaba viviendo su otro yo de este mundo, entonces eso significaba que debía ser un Punto Schröedinger. Si traía a Gillian aquí, ambos podrían volver a su mundo, al fin. Después de todo, seguía resentido con Sentinel por haberlos traído aquí casi a la fuerza. Aunque les salvaran el trasero de ser capturados por la Corporación, eso no significaba que ser arrastrado a otra dimensión fuera de su gusto.

Mientras pensaba en todo ello, un grupo de personas se agazapaba en el exterior. Kevin no los oyó hasta que fue demasiado tarde, y alguien dio una patada a la puerta, y entró. Kevin no pudo sino quedar paralizado por el asombro: se trataba de Helen... solo que había algo distinto en ella. La mujer alemana lo apuntaba con una pistola de diseño extraño. Vestía con un uniforme negro, sobre el que vestía un abrigo negro. La banda con el emblema nazi puso a Kevin sobre alerta: aquella mujer no era la Helen que conocía, era la Helen de este mundo. Y en este mundo... su ex-novia era una oficial de las SS. Levantó las manos, y trató de serenarse. Incluso sonrió. "Qué ironía", pensó. Decidió hacerse pasar por su yo de este mundo. Si averiguaban que Sentinel los había traído de una Tierra alternativa, podía meterse en graves problemas. No había visto fotos de los dos en el apartamento, así que podía deducir que en este mundo, Kevin y Helen no se conocían mutuamente. Sin embargo, confiaba en que lo que conocía de la joven le sirviera de utilidad:

-Buenos días, señorita. ¿Puedo invitarla a un café?
-No se haga el tonto conmigo, agente Gómez. El hecho de que pertenezca a la Companía no le va a servir de gran cosa esta vez. Tiene que venir con nosotros.

Malas noticias. Malísimas. ¿Qué quería decir con "La Compañía" ¿Se refería a la Corporación? ¿Era posible que existiera también en este mundo? Peor ¿Es posible que fuera la misma en este mundo? Eso explicaría algunas cosas, pero abría todavía más interrogantes. Resultaba bastante frustrante que con cada respuesta, aparecieran nuevas preguntas. Pero últimamente, venía siendo su pan de cada día.

Acompañó a la mujer con mala gana. Le pusieron unas esposas. La mujer se dirigió a otro hombre que vestía de forma similar a él, que estaba sacando algo de un maletín.
-¿Está preparado el inhibidor? Inyéctaselo cuanto antes. Las mediciones indican actividad parasincrónica en este lugar. Aunque el FBI no quisiera confirmarlo, estamos en condiciones de afirmar que este sujeto es un sintonizador.

Tenía que ser una broma. ¿Él, sintonizador? Era Gillian la que había mostrado las habilidades de sintonización, no él. No obstante, eso explicaría muchas cosas. Siempre pensó que su abuelo era el responsable de que entrara en la Corporación porque era un Agente, pero si él era un sintonizador, todo cobraba más sentido. Algo había oído sobre cierto carácter hereditario de las habilidades de sintonización, pero no había tenido ninguna pista que indicara que tenía alguna clase de habilidad especial. ¿Podía ser su talento innato para la tecnología ser considerada como sintonización? No había forma de saberlo de inmediato, pero en ese caso existían más clases de sintonizadores de los que Sentinel conocía, o les había querido revelar.

En cuanto le inyectaron la sustancia que llamaban "inhibidor", perdió lentamente la consciencia. Sin duda se trataba de un inhibidor de las habilidades de sintonizar, pero debía tener alguna clase de psicotrópico que le estaba anulando las capacidades cognitivas. Unos segundos después de pensar en eso, había caído en un profundo sueño.