En los últimos días he visto el documental llamado La doctrina del shock (que podéis ver arriba), inspirado en el libro de la periodista canadiense Naomi Klein. Confieso no haber leído el libro todavía, pero este documental ha despertado mi interés en el mismo. El documental trata de cómo el neoliberalismo se ha aplicado en varios contextos de situaciones extremas y analiza tanto el "modus operandi" de la Escuela de Chicago y sus partidarios, así como el desarrollo y las consecuencias de su aplicación. La premisa es simple: EEUU escogió un Estado en el que llevar a cabo un experimento económico, de forma similar a la que científicos de la CIA investigaron con la terapia de electroshock con el fin de "programarlos". Esta analogía fue hecha por el propio Milton Friedman, cuando fue invitado a Chile por Pinochet para solucionar los problemas económicos del país y hacer una transición del socialismo al libre mercado. Friedman se refirió a sí mismo como un doctor que venía a aplicar una "terapia de shock" a un país enfermo.
Sin entrar en detalles que encontraréis en el documental (que recomiendo ver encarecidamente), sí quiero pararme en el patrón empleado desde Chile hasta Irak por los EEUU para llevar a cabo el espolio sistemático de la economía de otros países.
La forma de hacerlo es mediante el shock económico. La forma de provocarlo puede variar. A veces, puede aprovecharse un desastre natural, como ocurrió en Haití o en el propio EEUU con el huracán Katrina. Sin embargo, la mayor parte de las veces, el shock es provocado. Igual que con la medicina, al Estado "paciente" le son aplicadas medidas cada vez más severas. Esta estrategia es denominada "de contingencias", y su utilización fue desarrollada en la II Guerra Mundial. Tras esta, con la reconstrucción, fue trasladada al ámbito económico e inevitablemente al análisis geoestratégico. La razón es simple: las mismas personas que lo aplicaron en la II Guerra Mundial se convertirían a su vuelta a EEUU o bien en asesores gubernamentales o en ricos empresarios vinculados al "complejo industrial-militar" al cual Franklin D. Roosevelt se refirió en su famoso discurso antibelicista.
La primera medida al aplicar la doctrina del shock económico es enviar a los "sicarios económicos" de los que ya hablé hace poco. La segunda medida, si los sicarios fallan, es enviar a los "chacales". Pinochet, Videla, Bin Laden... Todos ellos fueron entrenados o apoyados por la CIA y usaron sus contactos e influencia con EEUU para hacerse con el poder e instaurar dictaduras militares. El tercer paso, cuando los chacales fallan, es precisamente enviar al ejército. La guerra es la forma más terrible de shock económico, y EEUU no ha dudado en usarla cuando otras formas de shock no han funcionado.
Una vez aplicado el shock, y aprovechando que la ciudadanía debe preocuparse por los dramas cotidianos provocados por este, y aprovechando también en su favor la confusión mediática que se produce en ese momento, se comienzan a aprobar medidas para socavar el sector público, comenzando por el Estado de bienestar. La privatización de la salud pública hace a la población más controlable al estar la atención sanitaria y el suministro de fármacos en manos privadas. Un disidente o alguien cercano a él podrá ser sujeto de chantaje a cambio de proporcionarle el tratamiento médico que necesita. Por otra parte, para la población general, tener que pensar en cómo conseguir los recursos económicos para poder lograr la atención sanitaria les hace menos propensos a pensar en protestar contra el espolio. En lo que se refiere a la educación, tiene un doble efecto: por una parte, aquellos que no pueden permitirse acceder al sistema de educación privado recibirán una menor educación y serán más manipulables. Por otra parte, aquellos que sí puedan hacerlo serán adoctrinados en centros educativos controlados de forma indirecta por el "Estado invasor". Las demás áreas de actuación pública son privatizadas de forma sistemática: en esto consiste el espolio, ya que dichas empresas son vendidas a precio ridículo, para ser revalorizadas mediante "ajustes" (normalmente ajustes que afectan al personal), y sacando después los beneficios obtenidos por ello en el mercado de valores, pasando la patata caliente a otros inversores incautos. Todo esto crea malestar social, que es brutalmente reprimido. Algo que Friedman no había previsto. Él realmente pensaba que el capitalismo reforzaría la democracia. Sin embargo, lo cierto es que ni uno sólo de los países sometidos a la "doctrina de shock" ha visto su democracia reforzada, y la mayor parte de ellos ha visto como terminaba desmoronándose y siendo reemplazada por dictaduras. EEUU las apoyó mientras que hacían frente al enemigo oficial, ya fuera real o de opereta.
Dicho esto, lo que pretendo con esta entrada es analizar las similitudes de este método con los sucesos que han conducido a Grecia, Irlanda, Italia y, lo que nos interesa, España, a la situación actual. Sin embargo, al contrario de como ocurre en el documental, en estos casos quien nos aplica la doctrina de shock no es EEUU, sino la Unión Europea, que aglomera a nuestros acreedores. Vaya por adelantado decir que esto es una mera teoría, y aunque pretendo hacer un análisis racional lo más riguroso posible, no toméis lo que digo como verdad absoluta, y si tenéis alguna crítica, tenéis los comentarios y el twitter para hacerme llegar vuestras opiniones. Vamos allá.
Todo comienza cuando Valery Giscard d'Estaing propone la creación de una Europa más amplia, "a dos velocidades". En esta Europa, los países más adelantados se integrarían económica y políticamente más rápido, mientras que los demás lo harían a un ritmo más reducido. Su proyecto era noble, pero fue rápidamente pervertido por el camino. Comenzó el proyecto de la moneda única y se creó un sistema de ajuste al cual debían someterse los países que quisieran acogerse a la nueva moneda. Algunos, como Alemania, Francia o Países Bajos, apenas tuvieron que hacer reformas. Otros, los que ahora han quebrado o se encuentran al borde de la misma, tuvieron que hacer números casi imposibles. O imposibles del todo, como es el caso de Grecia. Sea como fuere, eliminaron sus monedas y adoptaron el euro, que no dejaba de ser el marco alemán con una banderita europea. Esto es literalmente cierto, porque he vivido en primera persona cómo los alemanes usan los antiguos marcos para las taquillas de estaciones, aeropuertos o centros comerciales, o para liberar los carros de la compra. Todos esos sistemas funcionan con monedas de un euro, que mide y pesa lo mismo que la antigua divisa alemana.
Sin embargo, el tren no se detiene ahí, sino que, al contrario de lo proponía D'Estaing, a los países que se van incorporando a la eurozona se les exige entrar en el euro y someterse a las políticas de ajuste necesarias para ello. No hay opción al vagón de cola. Todo el mundo habla de los quebrados (y sí, cuento a España entre ellos a estas alturas), pero la deuda de países como Eslovaquia o Lituania también se están disparando en los últimos años.
Durante los años siguientes, estos países se dedican a crear una burbuja inmobiliaria enorme, aunque ninguna tan grande como la de España. La liberalización del sector inmobiliario es un criadero infesto de corruptelas y fraudes. Los bancos, seguros de sí mismos, se dan libremente a conceder créditos e hipotécas a personas sin solvencia práctica. Sin embargo, cuando ocurre el inevitable impago, todos se quedan sin cobrar. Se acabó el negocio del siglo. Los bancos se vuelven entonces insolventes, y acumulan bolsas de inmuebles que nadie quiere. Para que todo no se vaya abajo, el Estado da a los bancos el dinero necesario. Al fin y al cabo, no se contempla como una opción dejar quebrar a los bancos después del efecto producido por la quiebra de Lehman Brothers en EEUU. El resultado es el endeudamiento hasta el punto de la quiebra. Esto produce el shock en el país. Irlanda primero, pero finalmente Portugal, Grecia e Italia terminan quebrando. España será el próximo en caer, en cuestión más bien de días que de semanas.
Esa quiebra ha sido el shock. Grecia e Italia, como condición a ser rescatadas, fueron sometidas a gobiernos tecnócratas neoliberales que llevaran a cabo el espolio del sector público. En el caso de Irlanda y Portugal, los propios gobiernos estaban ya en manos de neoliberales de la Escuela de Chicago. Así ocurre también con España. Alemania se aseguró, durante este proceso, que también el director del BCE fuera un neoliberal afín a dicha escuela, tras la (como mínimo) sospechosa detención de Strauss-Kahn en EEUU.
El resultado de este espolio es claro. En Grecia la pobreza ha aumentado de forma drástica, la economía se ha desmoronado y el malestar social es cada día más brutalmente reprimido. Irlanda y Portugal ven procesos similares, aunque quizá no tan traumáticos porque al fin y al cabo, a sus condiciones iniciales no se sumaban contradicciones y problemas internos. Esto sí ocurre en España, por lo que el saqueo de lo público al que el gobierno español está sometiendo a nuestro país podemos esperar que traerá consecuencias similares a las de Grecia. Todo ello en beneficio de nuestros acreedores. A pesar del sentimiento anteuropeísta creciente en nuestro país, debemos pensar que la Unión Europea está siendo utilizada por los Estados acreedores y estos, lo son a su vez por sujetos privados.
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