Normalmente suelo desconfiar cuando una persona me dice que algo sólo tiene ventajas, especialmente cuando hablamos de tecnología. En un mundo tan complejo como este en el que vivimos, decir que algo resulta positivo en términos absolutos no sólo es grosero, sino que borda los límites de la temeridad.
Así es como me sentí cuando hace unos días la Casa Blanca publicaba dos informes sobre el big data y se deshacían en alabanzas hacia el mismo. El primero de ellos está firmado por el equipo liderado por el asesor presidencial John Podesta. El segundo, por su parte, está firmado por la Oficina Presidencial de Asesoría en Ciencia y Tecnología. Ambos informes recogen multitud de ejemplos en los que el big data ha permitido avences en la ciencia y la tecnología, y se recogen apenas tibias críticas a los mismos. En pocas palabras: tratan de buscar tres patas al gato. Por supuesto, en el blog del think tank de las grandes compañías de Internet y la computación, el Technology Policy Institute, se han mostrado exhultantes con estos informes y la única crítica que se han apurado a mostrar es que los únicos ejemplos de mal uso del big data que los informes muestran proceden de su uso por la propia administración pública. Por supuesto, el pastel del big data es demasiado jugoso como para dejárselo al Estado. No esperaba otra cosa, a decir verdad.
Paradójicamente, en España ha ocurrido lo contrario. Es decir,
prácticamente la única noticia sobre avances tecnológicos en big data
vienen de la mano de un proyecto público, en la ciudad de Santander. Tal
y como anuncia la compañía japonesa NEC en su página, Santander se está
convirtiendo gracias al big data "en la ciudad más inteligente de Europa". Gracias al sistema implementado por NEC, los funcionarios de la corporación municipal pueden cruzar datos sobre gasto de recursos, contaminación, población, efectos sobre la economía local... En definitiva, todo lo que la Internet de las Cosas nos prometía que serían las ¿utópicas? ciudades del futuro. No sé si todas las ciudades terminarán por seguir este camino, pero al menos en España estamos dando los primeros pasos.
En National Geographic cuentan con un reportaje muy interesante sobre Jeff Jonas, el mayor experto de big data de IBM, una de las empresas de este selecto club que financia al TPI. Jonas tiene una frase muy interesante en el reportaje, cuando le preguntan por el mal uso que se puede dar al big data. Lo que dice Jeff es que piensa en esto bastante a menudo, y que "los lápices generalmente se usan para el bien, pero de vez en cuando alguien planea un crimen usando un lápiz". Para ello pone énfasis en que debe protegerse la privacidad y evitar el mal uso mediante la "anonimización" de los datos. Suena una promesa interesante. La cuestión es si realmente se llevará a cabo.
Sin duda hay un problema de ética en el uso que vayamos a dar en los datos que se compilen. En primer lugar, que dichos datos se colecten legalmente. Las filtraciones de Snowden sobre el espionaje masivo realizado por la NSA nos da un ejemplo de a donde puede derivar ese mal uso del big data partiendo de una compilación ilegal de datos. Estoy totalmente a favor de ciudades, edificios u organizaciones inteligentes que minimicen el desperdicio de recursos y sean más eficientes y eficaces, pero si empezamos a considerar la posibilidad de compilar datos personales que le digan al Gobierno cuál es mi ruta al trabajo o a quién llamo habitualmente desde mi casa, quizá me sienta más a salvo en las "ciudades tontas" que todavía tenemos.Y creo que no soy el único que opina lo mismo.
P.D.: Tal vez después de leer esto (poco probable) o al menos tras hacerse eco de la reacción de Internet a su última publicación, enlazada arriba (lo más probable), TPI ha colgado un nuevo artículo en su blog en el cual publica un paper en el que hablan de los beneficios del big data y la forma de atajar los perjuicios que puede suponer hacia la privacidad. Concretamente, el Presidente del organismo, Thomas Lenard, señala que la recolección de datos no tiene por qué hacerse "con fines específicos" como ha demandado la comunidad de internautas porque los supuestos fraudes y amenazas no se están cumpliendo. Lo cual, en mi opinión, es un argumento tan trivial como decir que no deberíamos poner seguridad en los bancos porque al fin y al cabo no hay tantos atracos hoy en día. Creo que algo que no consiguen entender es que lo que preocupa a los internautas es el riesgo de poer sus datos en manos de alguien y que esta entidad los pueda usar con otros fines. Deben existir medidas de protección que puedan atajar esos riesgos antes de que se produzcan. Las consecuencias, si no se hace de esa forma, pueden ser muy graves.
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