Ayer se cumplieron cinco años del colapso de Lehman Brothers, que desencadenó la mayor crisis financiera de la historia y la actual recesión económica global. El mundo está lejos de recuperarse, y si hay una doctrina que sea culpable de esos hechos es la que pretendo resumir en esta entrada: la teoría de los mercados eficientes. Es un buen momento para recordar en qué consiste, precisamente para evitar que sus defensores intenten manipular las circunstancias para terminar imponiéndola de nuevo.
El creador y mayor defensor de esta teoría es Eugene Fama, quien pudo haber sido Premio Nobel de economía en el año 2008, de no haber sido por el colapso de la economía mundial gracias a sus lecciones. La teoría que defendía Fama se basaba en una especie de fundamentalismo cuasi religioso en la perfección del mercado. De acuerdo con su teoría, los mercados son siempre eficientes y las recesiones no existen. Si estas se producen, entonces son producto de distorsiones en el mercado provocadas por interferencia de las personas (normalmente del Estado) provocando la imperfección de dichos mercados. Por tanto, la solución a cualquier imperfección pasa por la reducción de la intervención sobre los mercados.
Los banqueros aplaudieron con las orejas a esta teoría especulando con el dinero porque, al fin y al cabo, si creían que podían ganar cantidades infinitas de dinero, naturalmente lo conseguirían. Una vez más, se trataba de un infantil ejercicio de pensamiento positivo.
En los años previos a la crisis financiera, la teoría de Fama pasó a ser la predominante en la economía mundial. Casi todos los economistas pensaban que el crecimiento sería infinito, siempre que nadie interviniera en los mercados. Los gobiernos conservadores no estaban dispuestos a hacerlo, por supuesto. De hecho, favorecieron una total desregulación del mercado. Por supuesto, eso no se podía sostener a largo plazo. El gobierno de los EEUU, cuando el banco Lehman Brothers se encontró en una situación insostenible, decidió seguir los preceptos de la teoría de los mercados eficientes y no intervenir. Además, esto era una señal para otros deudores para que asumieran sus responsabilidades. Vaya si lo hicieron. Ni uno solo de los banqueros responsables de la crisis financiera ha pisado prisión alguna. No sólo eso: cuando Lehman Brothers se hundió y arrastró a la economía mundial con él como si de un agujero negro se tratase, las peticiones de rescate se hicieron más y más insistentes.
No obstante, la credibilidad de la teoría de los mercados eficientes quedó en entredicho. Krugman, como representante de los economistas realistas ganó el Premio Nobel en 2008 y se convirtió en asesor económico de la Casa Blanca. Posteriormente, en el gobierno de los EEUU "aprendieron" de su error y pasaron a gastar cientos de miles de millones en rescatar a aquellos bancos en problemas. Lo mismo hicieron otros países del mundo, especialmente en Europa. El resultado fue la socialización de la deuda, con la consencuencia conocida de la ruina de gran parte de las economías occidentales.No sólo no se castigó a nadie por jugar a los dardos con la economía mundial, sino que además les dimos un premio por acertarle en el ojo a una anciana que pasaba por allí.
En conclusión, una mezcla de optimismo desmesurado y fe religiosa en los beneficios financieros se encuentran entre las principales causas de la actual situación de hundimiento. Los gobiernos de medio mundo apelan de nuevo a los mismos argumentos para que la confianza vuelva a los ciudadanos, pero debemos estar vigilantes, porque podríamos estar al borde de una nueva crisis.
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