Un hito científico del que este año se cumplen 50 años es la llegada de la sonda espacial Venera al planeta Venus. Mientras que los programas espaciales tienen el ojo puesto en Marte, al otro lado del "vecindario" del sistema solar nos encontramos con otro planeta que ha menudo ha sido descartado por su hostilidad a la colonización por el hombre: con una temperatura media de 463,85º, una presión de 92 atmósferas, radiación y un 96% de dióxido de carbono, habitarlo parece imposible e impráctico. Hasta una roca helada en la órbita de Saturno parece más atractiva. Sin embargo, debajo de sus nubes tóxicas se esconden misterios que el hombre todavía desconoce. De hecho, el gran reto de Venus, vencer el efecto invernadero que cubre al planeta, podría significar convertirlo en un lugar habitable para nuestra especie. Por no mencionar la utilidad que tendría en nuestro propio planeta ese conocimiento.
Respecto de la historia de Venus en nuestro mundo, puesto que es visible a simple vista, no sabemos exactamente cuándo pudo haber sido descubierto. Seguramente, es tan antiguo como el arte del hombre de nombrar cosas. Así, desde los masai en África, a los toltecas en América o los babilonios en Asia han observado, nombrado y dotado de significado al planeta observado en el firmamento. Que se tenga registro escrito, Pitágoras fue el primero en relacionar la doble aparición del planeta en el cielo y llegar a la conclusión de que se trataba de un planeta cercano a la Tierra. No obstante, su teoría no sería popular en la época. Heráclides Póntico, un filósofo platónico, fue el primero en considerar que Venus orbitaba en torno al Sol. Su teoría también cayó en el rechazo. No sería hasta 1610 que Galileo Galilei retomara esa teoría y observara las distintas fases del planeta, teorizando que su órbita es elíptica (lo cual es correcto). Durante toda la historia y hasta las observaciones de radio en los años sesenta del siglo veinte, la creencia generalizada fue que Venus contenía una superficie similar a la de la Tierra, habitable incluso.
El 16 de noviembre de 1965, por primera vez en la historia, una sonda humana (enviada por la URSS) llegaba a otro planeta. Concretamente a Venus, el más cercano a nuestro mundo. Sin embargo, la sonda impactó contra el planeta y no sería hasta cinco años después que los soviéticos lograrían aterrizar una sonda en el planeta. Lo que encontraron, claro, no era que lo esperaban: el efecto invernadero y la radioactividad hacían la superficie inhabitable y ninguna sonda enviada ha podido resistir más que unas pocas horas. Gran parte de lo que sabemos de Venus se debe al programa Venera de la Unión Soviética.
A partir de los datos extraídos por los soviéicos comenzaron a surgir diversas teorías acerca del porqué este planeta había llegado a desarrollar esa característica tan particular y cómo vencerla. Poul Anderson, en su novela corta The Big Rain, previó esta posibilidad en 1954. Concibió para ese propósito un dispositivo que iría transformando la atmósfera del planeta mediante un catalizador de paraformaldehído. La idea aunque ingeniosa, no contempla la dificultad de crear dispositivos que resistieran la presión atmosférica aplastante que existe en la superficie. Paul Birch, por su parte, propuso un sistema de espejos colocados en Puntos Lagrange de forma que redujesen la exposición del planeta a la luz solar. De esa forma, sumiendo el planeta en las tinieblas, poco a poco la temperatura iría descendiendo hasta ser manejable. Pero claro, Birch no tiene en cuenta otro factor ambiental: la radioactividad.
Uno de los métodos más radicales fue el propuesto por Carl Sagan en 1961. Partiendo de la base que el efecto invernadero es causado por los altos niveles de dióxido de carbono, de acuerdo con él, debería atacarse la terraformación primero con ese punto. Si se lograra convertir el dióxido de carbono en agua mediante el "bombardeo" del planeta con algas, el efecto invernadero se reduciría, las plantas crearían oxígeno y agua y eventualmente se pondrían en marcha reacciones químicas que terminarían en convertir el planeta en habitable. Sin embargo, las condiciones de Venus son simplemente demasiado hostiles para que las algas pudieran sobrevivir, o los efectos químicos puedan tener lugar sin revertir de nuevo en mayor cantidad de dióxido de carbono. El propio Carl Sagan reconocería el error en su libro Pale Blue Dot.
Como una suerte de réplica espacial de La Ventana Indiscreta, de momento nos vemos limitados a observar desde lejos y teorizar qué ocurre en el interior de nuestro mundo vecino. Otra pregunta aún más inquietante, que intenta responder este artículo es si lo que fuera que convirtió a Venus en un infierno, puede ocurrir en la Tierra. Esperemos que no sea así.
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