...Hay pan para hoy, y hambre para mañana. Eso es lo que deduzco, a medida que me llegan noticias y testimonios. Ayer mismo tenía uno, de mano de una persona muy próxima a Joaquín Varela de Limia Cominges, Director del IGAPE. De acuerdo con este testimonio, a Joaquín Varela sus amigos lo conocían como "El Santo". Se trataba, para esta persona, "de su ejemplo de honradez". Aunque mi contacto hablaba de conspiración, de obstrucción a la defensa y desgranaba la dudosa naturaleza de las pruebas que se habían presentado contra él, no voy a acusarlo ni a defenderlo desde este blog. Sin embargo, sí lo usaré con el fin de analizar la sociedad en la que vivimos.
De acuerdo con mi contacto, Joaquín Varela es miope, y necesita usar gafas, como quien escribe y como muchos de los que lean estas palabras. Durante los dos días y medio que pasó en prisión preventiva, se le retiraron las gafas porque "podrían ser usadas con el fin de suicidarse". Yo me quito las gafas un momento, y veo un mundo de luces y sombras, de formas difuminadas. Vuelvo a ponérmelas, y sigo viendo el mismo mundo, aunque no referido a la realidad que percibo a través de la óptica, sino a la realidad que trato de comprender con mi limitado intelecto. No obstante, un ejercicio de reflexión puede ayudar a comprenderlo todo un poco mejor, a vislumbrar la realidad con un poco de nitidez. Vamos allá.
Supongamos, por un momento, que Joaquín Varela es inocente. Es lo que dicta la ley, al fin y al cabo. Presunción de inocencia. Aunque saliera impune de todas las acusaciones que hay contra él, el proceso durará meses o quizá años, debido a la naturaleza de nuestro sistema judicial. La Consellería, desde el mismo momento en que fue imputado y detenido por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, le ha suspendido de empleo y sueldo. Por muchos ahorros que tenga, Joaquín Varela es un hombre que vive de su sueldo, y que necesita un trabajo para mantener su nivel de vida. Mientras dure el proceso judicial, no puede ejercer su trabajo con lo que no tiene otra opción que dimitir y buscar un nuevo empleo. No le costará absolutamente nada, porque es un profesional con un currículum sobresaliente. No obstante, el daño ya está hecho. Si es inocente, alguien ha lanzado la piedra, y escondido la mano. La piedra ha impactado, y aunque todo termine de forma exitosa para el Señor Varela, habrá sido objeto de un daño que no es reparable. No podrá ostentar nunca más un cargo público, porque la sospecha estará siempre sobre él. En este caso, eso supone que vivimos en un país en el que los ladrones tienen el poder suficiente como para hundir la carrera de aquellos que no se sometan al tráfico de influencias. Si Joaquín Varela es inocente, no me cabe ni la más mínima duda de que el nuevo director del IGAPE mostrará su lealtad a los ladrones, y aceptar los sobornos precisos por ello.
Por otra parte, también es posible que Joaquín Varela sea culpable de tráfico de influencias. En ese caso, "El Santo" ha traicionado no solo a la ley, sino a su mismo círculo de amigos íntimos. ¿Qué puede motivar a alguien a hacer algo así, y con qué fin? Tal vez Varela vio amenazada su vida o la de sus familiares. Eso podría explicar que no le quedara más remedio que, a regañadientes, entrar dentro de la red corrupta. Podría ocurrir también que "El Santo" fuera una persona diferente dentro y fuera del despacho, pero eso no explicara el apoyo incondicional que tiene por parte de la plantilla del IGAPE. No es posible que toda la institución esté corrompida, y en consecuencia vayan a proteger a su jefe a capa y espada. El apoyo a Joaquín Varela desde el IGAPE es, y seguramente seguirá siendo, no oficial. Dicen que hubo llamadas de teléfono, gritos y amenazas para detener un comunicado oficial de la institución respandándole. Con lo cual, deducimos que si Varela no es culpable, es muy probable que el Conselleiro de Economía y Hacienda sí lo sea. No se puede entender sino que existan estas presiones por parte del responsable político.
Ahora que tenemos todo el cuadro, podemos proceder al análisis. Si Varela es inocente, entonces vivimos en una sociedad en la que los ladrones tienen tanto poder como para tener bajo su control al director de la máxima entidad de fomento de la actividad económica de Galicia, con la complicidad de la Consellería de Economía y Hacienda. En ese caso, estamos en un escenario en el que los ladrones tienen un poder casi absoluto y pueden hacer y deshacer el destino de cualquier persona. No existe posibilidad de escapatoria: o estás con ellos o contra ellos. Y si estás contra ellos, darás con tus huesos en prisión porque el sistema les ampara. En el mejor de los casos, tendrás que abandonar tu patria y marcharte lejos, o resignarte a una vida en el anonimato.
Por otra parte, más estremecedor me parece el escenario si Varela es culpable. En ese caso nos encontramos con que nadie puede escapar a la corrupción. Ni siquiera "El Santo" es capaz de resistirse a percibir unos fondos extras, en un mundo en el que defraudar la ley tiene solo ventajas y ningún inconveniente. Seguramente, en este caso, la eventualidad de que Varela fuera descubierto con sus compinches ya haya sido prevista y no pasen demasiado tiempo en la cárcel. Tal vez incluso sean indultados, ya que recordemos que los poderes públicos les amparan. El gesto, de hecho, será visto como una muestra de generosidad para con un hombre de curriculum impecable que es totalmente inocente y que ha sido víctima de una campaña de difamación por quienes trataban de meterlo en el fango.
De todo este análisis podemos extraer las siguientes conclusiones. En primer lugar que, ocurra lo que ocurra, sea Varela culpable o inocente, estamos ante un sistema que ampara a quienes defraudan la ley. La justicia no existe y no es más que un instrumento para la represión de aquellos que no se someten a un orden político totalmente corrupto desde la raíz a las hojas. La ley es un instrumento para favorecer a unos pocos en detrimento del resto de los ciudadanos del país, que asisten impasibles a un teatro de marionetas mientras entre bambalinas se cuecen las habas con las que se alimenta este árbol envenenado. La segunda conclusión es que es necesario cambiar el sistema, que se produzca una regeneración democrática absoluta en este país. Si eso no ocurre, mucho me temo que estemos condenados al desastre, o bien a ser un Estado fallido como México, o una cleptocracia como otros países del tercer mundo, en el que no tardaremos en ingresar una vez Europa decida desistir y abandonarnos a nuestra suerte (por supuesto, para mantener sus intereses).
La gran duda es la metodología del cambio. El mundo árabe nos ha dado el ejemplo de lo que ocurre cuando la población, harta de mentiras, carga contra las bayonetas que el Estado usa contra ellos. Es una semilla de esperanza para todos. Otro ejemplo a tomar, ahora que pronto se celebrarán los veinte años de la reunificación alemana, es la extinta RDA. Durante meses, los ciudadanos llevaron a cabo movilizaciones semanales pacíficas. El Estado, impotente, vio como la gente terminaba por tirar abajo el muro que los separaba de sus compatriotas y terminar con la tiranía bajo la que vivían. Sin embargo, ambos ejemplos son sacados de países en los que los habitantes poseían unas condiciones de vida notablemente peores que las de sus vecinos. ¿Cuanto tenemos que empobrecernos los españoles antes de tomar la iniciativa de iniciar una revolución a gran escala?¿Por qué no ahorranos el sufrimiento y hacerlo antes de que el daño esté hecho?
Confiamos en el sistema, y esa será nuestra perdición; porque el sistema está contra nosotros. Como dicen los indignados de la #spanishrevolution, "no hay pan para tanto chorizo".
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